lunes, 19 de diciembre de 2016

Lo desconocido

Ir al aeropuerto de noche es como ir a la búsqueda de lo desconocido. Nunca sabemos cómo se va a producir el encuentro con la persona que vamos a buscar. Suele haber casi siempre retraso, y no se sabe si es preferible colocarnos cerca de una puerta o de otra. Bueno,  quizás esto es una manera un poco exagerada de hablar de algo concreto,  de un encuentro que más o menos se ha de mover entre unas coordenadas fijas. A veces recuerdo a mis abuelos.  Mis abuelos paternos no debieron ir nunca al aeropuerto.  Mis abuelos maternos, alguna vez. Qué sentirían ellos, qué percepción de un abrazo hubieran tenido. La experiencia es un aprendizaje que se va acumulando sin apenas conciencia de ello. Pero al fin y al cabo la calidad de la mirada a nuestro alrededor es una manera de explorar el corazón,  porque la vida consiste en aprender sin descanso a partir de vivencias programadas o no. Lo que sabemos acerca de nosotros es una sucesión de razones expuestas a la duda permanente, y a la indagación de lo que nos empujó a cada instante en una dirección u otra. Esperar en el aeropuerto es como indagar en el significado de la emoción que lleva incorporado el abrazo que llevamos dentro, y que saldrá en seguida. 

domingo, 18 de diciembre de 2016

Un domingo extraño

Extraño, porque no es habitual que durante tantas horas esté nublado. No veo las montañas, ni el horizonte. El televisor me acerca lo más lejano para que pueda atisbar el mundo con una delicadeza que la inmediata percepción de mi entorno me impide. El periódico es una ventana abierta al mundo. Lo que hay que buscar se puede abrazar con la imaginación cuando el tiempo está tan apegado a lo extraño. Hoy en día las experiencias ajenas se convierten en un estímulo para entendernos. Lo que ocurre en otro continente podría ocurrir aquí mismo, a nuestro lado. Cuánto me queda por explorar a lo largo de esta tarde. Me imagino a otras personas como yo, expuestas a una exploración parecida de su existencia. Avanzar despacio, sí, despacio, pero sabiendo que lo que nos queda por delante es decisivo. La ciudad en la que vivo es mi otra razón para saber lo que necesito. Buen domingo a todos.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Caminar por la ciudad

Después de ver la película me siento ciudadano abriéndose a la experiencia cotidiana. Cambia la vida cuando un buen director de cine nos comunica la experiencia de vivir con discreción, mostrando lo que hay a nuestro lado con delicadeza. La belleza de lo que se nos ofrece es apenas un esbozo de lo que somos capaces de imaginar, pero nos sirve para entender las razones de la manera de avanzar. Nuestra vida es un reducto de libertad que ha de ser construida poco a poco, pero sin detenernos ante las dificultades. Nuestra experiencia es un desafío y una celebración del hecho de vivir. Habría que desechar lo que no es más que apariencia, y avanzar entre el valor de la realidad que se nos ofrece como un signo de lo verdadero. Id a ver la película Paterson, de Jim Jarmusch.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Lo que no escribí

El título es 'El poema que no escribí', pero quizás no se trate de un poema sino de unos comentarios acerca de la vida de aquel día. Así entendemos los poemas de RC, que no están muy lejos de los cuentos que leí hace mucho tiempo. ¿Es esto lo que queremos saber de él? ¡Qué más nos da lo que hiciera! Ahora tan sólo estamos con algo entre las manos, que es un libro de papel, muy bien editado, que voy colocando en la mesa del comedor o en la de la biblioteca. ¿El poema que no escribí? RC sabe que es mejor levantarse y mirar cómo amanece, y que quizás de esta manera va a ser capaz de descifrar el mundo. Allí estábamos, sin más, callados. Tan conmovidos y felices. Lo que puede ocurrir es que no siempre seamos capaces de atisbar aquello que más nos conviene. Por esto RC escribe a veces de una manera que nos hace comprender cómo se ha de vivir para darle sentido a la vida.

El poema que no escribí
Todos nosotros 
Raymond Carver

lunes, 28 de noviembre de 2016

Mi barco

¿Alguien se lo cree? Tendría que ser un barco muy grande para poder hacer todo lo que RC comunica en el poema. "Mandé hacer mi barco por encargo. /.../ Ya le he reservado un lugar especial / en el puerto deportivo". Y enumera los amigos y familiares que van a visitarlo y a permanecer en el barco, y las comidas que va a servir, y la música que se va a escuchar. Schumann, y, "si no resulta", The Who y los Rolling Stones. Una historia que tiene forma de poema y que quizás no comunica nada especial al lector, salvo una sonrisa o un gesto burlón. Pero hay algo que luego nos invita a reflexionar: RC quiere reunir a sus amigos y hacer que se relacionen con él, o que solamente se relacionen entre ellos y él ya se encargará de la intendencia. Quizás el recorrido de la experiencia se ha de nutrir de proyectos más o menos difíciles de ejecutar. Voy a escuchar un rato a Schumann, y si no resulta pondré algo de jazz.

Mi barco
Todos nosotros
Raymond Carver

domingo, 27 de noviembre de 2016

Una concesión

Lo que vamos a hacer no tiene mucha importancia...¿O la tiene? ¿Escribir un rato o irme de caza? Escribir es enfrentarse a uno mismo; en cambio, ir de caza con mi amigo Morris puede ser una pequeña aventura. Lo que vamos a hacer no puede ser sólo una manera de pasar el tiempo sino una manera de fundirnos en él. El aburrimiento quizás provenga de esa necesidad de estar apegados al reloj, de mirarlo de vez en cuando con la cara soñolienta...¿Qué hemos de hacer para convencernos de que la vida seguirá a pesar de todo, y de que si el tiempo es un estorbo sacaremos la conclusión de que el estorbo está en nuestro entendimiento? Releo de nuevo el poema y me gusta mucho el verso Heart jumping in its cage (El corazón dando brincos en su jaula).

Una concesión
Todos nosotros
Raymond Carver

viernes, 25 de noviembre de 2016

Al menos

Quiero levantarme temprano una vez más: así empieza Al menos, y entonces va enumerando lo que quiere hacer el protagonista, que quizás podría ser el mismísimo RC, aunque eso no nos importa nada como lectores, porque el que mira desde la ventana podría ser yo, que también madrugo y me gusta ver los barcos que llegan y el humo de las chimeneas de las casas vecinas, a pesar de que aún no es invierno. Lo que me gusta a mí en el otoño podría añadirse a la lista del poema: ver cómo amarillean las hojas de los árboles del amor y cómo entran los transportistas al garaje del supermercado, y cómo pasan los coches hacia el centro de la ciudad. Así me voy cerciorando poco a poco de que lo que transcurre a nuestro alrededor se convierte en la sustancia de la vida. Y luego, sin mucho énfasis, leer el periódico, o por lo menos mirar el dibujo de El Roto. Hoy, un señor maduro camina, con la mano izquierda en el bolsillo de la gabardina. Y dice: Los sacrificios humanos se mantienen. Ahora lo llamamos mejorar el rendimiento. Al menos, el poema de RC y el pensamiento de El Roto nos ayudan a interpretar el día de hoy.

Al menos
Todos nosotros
Raymond Carver

lunes, 21 de noviembre de 2016

Sobrevivir a la periferia

¿Cómo pueden las ciudades sobrevivir a la periferia? Ayer por la mañana la autovía de salida de Ciutat estaba colapsada. Los centros comerciales de la periferia actúan como imanes. Se está abandonando la agradable conversación con los amigos, salir a tomar algo con alguien a algún bar acogedor...Recuerdo que hace veinticinco años no había nadie por la calle los domingos. Después mejoró algo la ciudad, y hubo un tímido avance en la comunicación que se estila en muchas de las ciudades de la península. Pero ahora parece que volvemos a lo de antes. ¡Pero si los domingos la ciudad no existe! me dice un amigo. Y me puntualiza que le gusta ir a los lugares en donde el afecto lo mantiene alejado de la eficacia. Los sábados sí, los sábados por la mañana hay una fugaz conjunción de espíritu ciudadano y de apertura de puertas: los mercados, los bares, la sensación de que es posible encontrarnos con alguien o con nosotros mismos. Una ciudad es, entre otras cosas, el lugar de los encuentros. Sales de tu casa y sabes que encontrarás a alguien y éste es el aliento del paseo. Aquí siempre ha sido muy difícil, pero fui optimista hace unos años. Ahora ya lo soy un poco menos. Los sábados, por la mañana, quizás...Pero el domingo se vuelve a las andadas, a la uniformidad del desaliento. La mayoría de las parejas de mediana edad que pasean son turistas...Por qué no pueden hacer lo mismo los que viven aquí. Hay que reivindicar la vida en Ciutat, y ser conscientes de que ser beligerantes con la experiencia no nos ha de convertir en fugitivos.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Lo que nos suscita el cine, o el teatro

Salimos de casa para pasear por la ciudad, pero también para que el paseo sea una fuente de conocimiento. Y de placer. En la ciudad buscamos sensaciones nuevas, a pesar de que nos conozcamos de memoria el barrio en que vivimos, o el lugar por donde paseamos para disfrutar de un rato agradable. Últimanente me alegro de ver a más gente en el cine. Ayer éramos entre 20 y 30 espectadores en la sala 3 del Augusta, y aquí, en Ciutat, ya son muchos. Añoro las tardes de Madrid, las tardes de domingo en que muchas parejas de media edad hacen cola en las taquillas de los cines y de los teatros. Aquí es más difícil que las parejas de media edad sean capaces de salir de su casa para asistir a algo, lo que sea. Y es una pena, porque después de una función de teatro, o de una película, las imágenes mezcladas con el pensamiento que te han suscitado te dejan el cerebro en un estado de alerta de características siempre nuevas. En un mundo en que vivimos hemos de poner en tela de juicio cada una de nuestras 'verdades', y la mejor forma de hacerlo es contrastando nuestras ideas con las que nos comunican los otros a través de un libro, de una película, de una obra de teatro, de una forografía, de una pintura, de un descubrimiento científico o de un postulado matemático. ¿Por qué hay que buscar en las experiencias que vivimos? Quizás para ponernos entre la espada y la pared, y para dudar de nuestras convicciones más arraigadas.

miércoles, 19 de octubre de 2016

La lluvia

En los lugares donde llueve poco es muy agradable sentir el martilleo gozoso de la lluvia en las persianas, el repique de las gotas en el suelo y su reflejo multiplicador de la luz, una manera de aumentar los efectos de la iluminación nocturna. Sabré que ha llovido lo suficiente si mañana por la mañana los torrentes llevan algo de agua. No hace falta que sea mucha: la suficiente para que corra hacia el mar, en donde se disolverá en la bahía de Palma. Es tan agradecido el paisaje de la isla: con que llueva un poco crece la hierba con un esplendor pudoroso. Al transitar por la autovía, bajando a la ciudad, entre los pinos, se pueden entrever alberos verdes que le conducen a uno hacia recuerdos dulces de la infancia, cuando el campo era un descubrimiento permanente, y cada rincón era un lugar que parecía sacado de los cuentos, o de los viajes que uno imaginaba sin esfuerzo. Cuánto nos sugiere este empiece del otoño. Después del duro verano, los días son un regalo del tiempo que nos dan lo mejor de la vida: la sensación de que a pesar de que todo transcurre hacia su final, a pesar de todo, hay siempre una salida humilde y a la vez hermosa para dignificar nuestra presencia en el mundo.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Isaba

Es como si viajar a Navarra hubiera sido desde hace un tiempo una especie de obsesión, o de desenmascaramiento de una idea que hasta ahora me había sido vetada por circunstancias insuperables. Y ahí estoy, de nuevo, sumergido en el paisaje del Valle del Roncal, paseando por las calles de Isaba, de noche, mis amigos y yo proyectando en las calles adoquinadas esa sensación de viaje a la naturaleza que tantas veces hemos imaginado.

Los pasos resuenan desde el aparcamiento hasta el hostal, y el aire frío que respiramos no nos importuna: es más bien un estímulo para preparar nuestras incursiones en los alrededores de Isaba en los próximos días. ¿Qué hay más allá de nuestra preparación del viaje? Joan ha trazado líneas de colores sobre las sendas, ha matizado posibles variaciones sobre los recorridos más conocidos, y ha estrujado sus conocimientos y su experiencia para aplicarlos con naturalidad.

¿Y hasta cuándo? ¿Hasta cuándo se puede caminar por un bosque desconocido? ¿Hasta cuándo se puede subir con un cansancio creciente por las laderas de una montaña? La posibilidad de descubrir algo que ni tan siquiera imaginamos es una pregunta irreverente: al caminar aspiramos tan sólo a encontrar algo de nosotros mismos que está en el paisaje, irremediablemente.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Apología de la sobriedad

"O logras ser feliz con poco, y liviano de equipaje, porque la felicidad está dentro de ti, o no logras nada. Esto no es una apología de la pobreza; esto es una apología de la sobriedad. Pero como hemos inventado una sociedad consumista, y la economía tiene que crecer, porque si no crece es una tragedia, inventamos una montaña de consumo superfluo, y lo que gastamos es tiempo de vida, porque cuando yo compro algo, o tú, no lo compras con plata: lo compras con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener esta plata. Pero con esta diferencia: la única cosa que no se puede comprar en la vida...la vida se gasta...Es miserable gastar la vida para perder libertad"

José Mújica, en el documental HUMAN, de Yann Arthus-Bertrand

domingo, 18 de septiembre de 2016

La clase de matemáticas

Era una mujer delgada, muy expresiva, quizás a punto de jubilarse. Caminaba de un extremo a otro de la tarima, y gesticulaba graciosamente con los dedos al señalar en la pizarra el límite superior o inferior de un intervalo.

Nos transmitía su entusiasmo por las matemáticas. De ella aprendí a separar lo fundamental de lo accesorio, y a valorar distintos puntos de vista. Me tenía que esmerar en tomar los apuntes, que después pasaba a limpio en la residencia.

En la clase había dos compañeros que me llamaban la atención: Ramón Azov y Natividad Baca. Los recuerdo muy bien, como si los viera ahora mismo. Busqué su amistad, y no me la negaron. Pero no insistí, por timidez.

Les miraba, atentos y concentrados, como si disfrutaran durante las explicaciones de la profesora, a la que observaban con el agradecimiento de quien recibe algo de otra persona que tiene un valor incalculable.

La clase se daba en un aula muy grande. No teníamos un sitio reservado para cada uno. Así que a veces me sentaba cerca de Ramón, y otras de Natividad. De esta cercanía surgió poco a poco mi admiración por ellos.

Ramón Azov escuchaba con atención no sólo las explicaciones de la profesora, sino a cualquier compañero de clase. Una vez me dijo que hay que conocer las condiciones iniciales para analizar un proceso.

Entonces no lo entendí, pero la vida me ha enseñado que es cierto. Fue él quien me insistió en que comprara Calculus, de Michael Spivak. Aún conservo los dos tomos en mi biblioteca, con su impecable encuadernación y sus tapas azul celeste.

Natividad era una de las pocas chicas de la clase. Un día salimos juntos y anduvimos por la calle un buen rato. Vestía falda y chaqueta de color blanco. Y llevaba los apuntes en un bolso, no en una carpeta roja, como yo.

Era muy elegante, y su manera de atender a la profesora tenía mucho que ver con su forma de hablar. Sus frases tenían contenido. En cambio, yo no era más que un pueblerino que acababa de llegar a Barcelona. Y, además, muy infantil.

Había pasado el verano en París, me dijo, en la casa de unos amigos de sus padres. Casi nada: en París. Yo apenas había salido de mi pueblo unas cuantas veces para ir a comer paella con mis padres y mis tíos en un restaurante de Sa Ràpita.

Hablamos un buen rato de la profesora de cálculo, y así tuve los primeros argumentos sobre la calidad de las clases. Recuerdo aquella noche de invierno como un viaje de iniciación.

Ahora no es difícil indagar acerca de alguien. Pero mis intentos no han servido para nada. No he encontrado ni rastro de los tres. La profesora de matemáticas, Ramón Azov y Natividad Baca parecen invenciones de mi memoria.

domingo, 28 de agosto de 2016

Afán de repetición, y de descubrimiento

Llego a la playa, casi de madrugada. El sol parece que se anuncia, por encima del horizonte. Ese afán de repetición, esa manera de acudir a los mismos lugares y descubrir que es posible la emoción de la primera vez, quizás cuando éramos jóvenes. Uno se deja querer por la memoria, como si anduviera por su cuenta. Quizás la nostalgia es una trampa, o una manera de defenderse de la edad. Pero no, qué va: la nostalgia suele herir y no se contenta con endulzar el pasado, sino que exige un poco de dolor. O más bien lo impone. Y entonces hay que salir a las bravas, con la ayuda de algún algoritmo extraído de la experiencia. Y no quedarse quieto nunca. Esta mañana  he podido distinguir las diferentes maneras de refractarse la luz. Según el ángulo de visión, el agua es un prisma mejor o peor. Así ocurre con la manera de mirarnos a nosotros mismos: la profundidad de la observación depende de las condiciones que imponemos a la memoria.

viernes, 19 de agosto de 2016

Distancias

Las experiencias vividas pueden acercarnos a una comprensión del mundo más o menos certera, y quizás no podamos ir más allá. Es decir: ¿hay algo que se oculta a nuestra comprensión? Acercarnos a algo es ir atisbando poco a poco detalles cada vez más precisos de su estructura, pero al acercarnos demasiado se pierde la visión de conjunto, y entonces podemos sentirnos decepcionados. Una nube es niebla; una carretera es un conjunto de partículas. Quizás a cada distancia se requiere el auxilio de una ciencia diferente.

jueves, 18 de agosto de 2016

El Capitán Trueno


Ayer murió Víctor Mora, y sin embargo El Capitán Trueno seguirá viviendo en cada uno de nosotros.

El legendario capitán que luchaba sin descanso por la justicia en los campos de batalla.

El amigo de los que compartían con él una mirada limpia al mundo que les había tocado.

Y Goliath, y Crispín, y Sigrid. Cuánto los recuerdo. Lo que más me impresiona es que no tenían edad.

Es decir: nunca envejecieron, que equivale más o menos a no tener edad, ni nostalgia.

La nostalgia nos la dejaron a nosotros, que hemos envejecido mientras ellos siguen ahí,

en la memoria, como si nos siguieran interpelando con su simpatía de nobles aventureros.

domingo, 14 de agosto de 2016

Lluvia de estrellas

En verano podemos mirar con más tranquilidad, insistiendo en la exploración de la cúpula celeste sin preocuparnos del rigor de la noche. La lluvia de estrellas que vi desde el Paseo del Espolón de Roa de Duero no se ha repetido. De madrugada la vida se aquieta, cuando los movimientos estelares parecen formar parte de una realidad ajena a nosotros. Lluvia de estrellas puede querer significar más cosas: quizás tan sólo belleza, el estímulo de lo que nos da nuestra dimensión real como personas. Una lluvia de estrellas recordada años después me sirve para buscar otros detalles de mi vida que sin aquella noche de Roa de Duero ni tan siquiera se hubiesen manifestado. Ahora tendría que valorar lo que se necesita para sobrevivir.

jueves, 4 de agosto de 2016

Dinero

Se puede decir que es una tontería. Que el poema Dinero es una sandez. Esta mañana había releído un poema de Claudio Rodríguez: Cielo. 'Vale dinero respirar el aire, /alzar los ojos, ver sin recompensa,/'. Ahí se emplea dinero como un símbolo que nos llena. Es lo que cuesta, lo que se convierte en valioso, aquello de lo que vivimos. La poesía se convierte en un abecedario emocional que subvierte a veces lo cotidiano. Claudio Rodríguez, sin embargo, eleva este contrasentido en un lirismo que nos hiere en lo hondo. Pero el dinero de Carver es un dinero absurdo, por irrelevante. Y sin embargo seguiremos leyendo a RC porque siempre nos lanza desde una plataforma que apenas se puede imaginar, pero que cuando la conocemos nos ayuda a despegar hacia otras peripecias. RC quiere remover las conciencias alterándolas hasta el máximo, para que busquemos en el mundo aquello que nos descorazona, y a partir de ahí dejar que nos despeñemos. Qué querrá decir este maldito verso, nos preguntamos. El dinero sirve 'para vivir en el lado correcto de la ley'. Pero también para otras cosas absurdas que va enumerando. Todas, no; pero algunas sin duda lo son. Dan ganas de decirle: ¡escribe un poema lírico de vez en cuando, y no nos sumerjas siempre en este desolado páramo de tus cuentos!

Dinero
Raymond Carver
Todos nosotros

lunes, 1 de agosto de 2016

¿Viviría mi vida otra vez?

Por la mañana uno se busca a sí mismo en el espejo y no siempre se encuentra. Pasan los años y llega la sensación de encontrarse a otro lado del tiempo, a eso que se llama pasado. Pero hay que huir de este espacio frío que nos conmueve. Algo parecido le debe de ocurrir al protagonista de Lluvia. Ya sabemos que puede haber múltiples actores en los poemas de Carver, aunque a veces nos atosigue la sensación de que es él quien se nos dirige con esa mezcla de descaro y de lucidez. Lo curioso es que cuando desmenuzamos uno de sus textos nos empieza a invadir un desorden interior que busca de alguna manera ser solucionado: una solución no suele ser en la mayoría de las ocasiones lo más conveniente, porque se puede perder mucho tiempo para no llegar a nada. A mí me conmueve al leer Me asomé entonces a la ventana y estaba lloviendo. Intuyo ecos de Antonio Machado en este poema, al que RC dedicó el poema Ondas de radio. El movimiento de lo que nos incita a valorar el mundo es siempre acelerado, y cada vez más. No sé si es compatible este cambio permanente con la respuesta de Carver a la pregunta ¿Viviría mi vida otra vez? Yo estoy de acuerdo con él, que conste.


Lluvia
Raymond Carver
Todos nosotros

sábado, 30 de julio de 2016

Lyon

Cuánta importancia tiene el legado del esfuerzo, del estudio, de la racionalidad. Al caminar por Lyon, al mediodía, la luz parece proceder de André Ampère, de los hermanos Lumière, de Marie-Joseph Jacquard, de Barthélemy Thimonnier, de Héctor Guimard, de los hermanos Voisin, de Antoine de St-Exupéry...


Motivo: Viaje a Lyon

miércoles, 20 de julio de 2016

Leyendo

También se podría titular Mirando cómo leen otros, porque el protagonista del poema mira (aunque él dice que imagina) un palacete con una ventana abierta sobre el lago Génova. Y a partir de ahí empieza a hacer consideraciones sobre la vida de este personaje que lee. Al hablar de los demás, RC habla de sí mismo, por supuesto. Lo que imagina de los demás está en su mente, y no son más que recuerdos suyos, filtrados, eso sí, por el tamiz de la duda. Él ya nos avisa: Eres libre de creértelo o no. Y qué más da. El que lee en su palacete, detrás de una ventana, no es más que un subterfugio, o casi mejor: un refugio de la personalidad de RC. La vida de cada hombre es un misterio, como / la tuya o la mía. Ésta es una verdad sin ambigüedad alguna. El misterio que nos envuelve, sin embargo, no es un pasaporte conveniente para escarbar en los misterios de los demás, Carver.

Leyendo
Todos nosotros
Raymond Carver

jueves, 14 de julio de 2016

Allegro

Hoy no leo un nuevo poema de Raymond  Carver. Intento recrear en mi conciencia una manera de mirar el mundo que es única, y que se puede captar a partir de Todos nosotros. Ya el título sugiere un intento de acercarse, y de hacerlo de una manera diferente a como lo hacemos los demás. La mirada de Carver es realista, pero su realismo dista mucho de ser el principio y el fin de una secuencia de versos. Es más: los versos de Carver son como piezas extrañas de una estructura difusa. Lo que importa es que encajan los unos en los otros, y que de este encaje surge la poesía. Al leer uno de sus poemas podemos sentir desconcierto, o estupor, una experimentación absurda que no logra conectar con nuestras exigencias estéticas. Y reconozco que es difícil escapar de este inconveniente. Pero una vez que se consigue, el resultado es espectacular. Al terminar la lectura reconocemos un nuevo paraje poético en nuestra memoria.

Ma, noche del jueves 14

lunes, 11 de julio de 2016

Más sobre aeropuertos

Hay una vieja sensación en cada despedida. Un gesto que se convierte en sacudida. Decimos adiós y nos quedamos en un estado de suspensión. Qué se puede hacer para no quedar en este presente inquieto. El avión asciende en la memoria.

martes, 5 de julio de 2016

Cierras la puerta por fuera, luego tratas de entrar

¿A quién no le ha ocurrido? Cierras la puerta por fuera y ves que te has dejado la llave dentro de casa. Y, además, 'los vecinos que tenían la llave no estaban'. A mí me ocurrió hace un par de años. El protagonista del poema se consuela: 'Cosas peores habían pasado. Incluso / tenía gracia'. Hasta que uno empieza a darle vueltas a la maneras de poder entrar. Y no es nada fácil. El protagonista se sorprende. Mira desde la terraza hacia en interior de la casa. Y ve las cosas desde otra perspectiva. Menudo problema. Se imagina dentro, mirando hacia afuera, levantando la vista del papel, 'pensando en otro lugar / y en otro tiempo'. Todo esto ocurre de golpe, como si de repente el vuelo de una mariposa hubiera provocado un pequeño terremoto interior. 'Me quedé allí un rato bajo la lluvia. / Me consideraba el hombre más afortunado del mundo' 

Cierras la puerta por fuera, luego tratas de entrar
Todos nosotros
R Carver

La moda del verano

En verano las montañas empiezan a perder volumen para el observador. Una espesa capa de humedad las difumina en el horizonte y hay momentos en que casi no se ven. De qué podemos hablar si los perfiles desaparecen y apenas se logra distinguir el recorrido de otros años. Parece que uno debería de refugiarse en algún lugar propicio para aislarse del calor, y serenarse con la reflexión y el deseo de volver a los inicios. Hay una alegría forzada que se convierte en una aspiración absurda. A veces conviene dejarse llevar por la sensación de libertad que se siente al comprobar que a pesar de todo es posible vivir al margen de las modas.

sábado, 2 de julio de 2016

El atardecer de un día de verano

Lo que se desvanece poco a poco forma parte de la vida. Cada uno de nosotros ha de buscar su propio ritmo de desvanecimiento. Y la languidez de los atardeceres de verano es una muestra de lo que nos ocurre cuando somos conscientes de que la vida en un solo día puede ser el compendio de una vida entera. Lees el periódico o por lo menos aquello que te parece más destacado y te quedas a expensas de lo que puedas ir descubriendo por tu cuenta durante el resto del día. Y sales a la calle y te cruzas con los típicos cazurros que conducen a toda velocidad, con los lánguidos afanes de los que no se atreven a molestar a los políticos corruptos, o con los que lo justifican todo a cambio de la seguridad tramposa de las conveniencias. Pero siempre queda el atardecer como experiencia de lucidez: enfrente del mar todo se desvanece, incluso las dudas. Miras las tonalidades del azul, y al fondo la bahía endulzada por el verano palmesano, que suele ser amable con los no exigentes. Miras y entiendes la necesidad de dejar que la mirada se explaye sólo con las imágenes de una realidad que se parece a la imaginación.

jueves, 30 de junio de 2016

El resquemor de las explicaciones

Hay versos de Carver que nos aprisionan. Cuando nos movemos hacia cualquier zona del pasado / se ponen en marcha las cadenas / y tira de nosotros, implacablemente. Giras la cabeza y empiezas a ver lo que hay detrás de nosotros para poder entender el funcionamiento del mundo, o las incertidumbres que nos acechan cuando nos contemplamos, a sabiendas de que cualquier investigación va a tropezar con nuestras indefensión. El tiempo nos aprisiona, como si fuésemos sus cautivos: a expensas de las imágenes que atesoramos como un tesoro, estamos expuestos en realidad al resquemor de las explicaciones.


Energía
Todos nosotros
R Carver

martes, 28 de junio de 2016

Buffon

Recuerdo la primera vez que fui consciente de la soledad de un portero. Yo estaba detrás de la portería, en la tribuna sur del Estadio Lluís Sitjar, y veía a Ricardo Zamora, de pie, majestuoso, observando el partido, porque aquel día el Mallorca atacaba y atacaba, y el Elche apenas le incordiaba. Aunque yo sólo tenía ocho años, me di cuenta de la importancia del portero en un partido de fútbol, y del valor que supone estar ahí, esperando a que alguien le lance un disparo y le ponga a prueba. No puede fallar, y si falla él será el único responsable.
Mi portero de ahora es, sin duda, Buffon. Me gusta ver cómo dirige a sus defensas durante un partido, con qué lealtad los jugadores de la selección italiana lo acogen como si fuera un hermano mayor, o un padre, o una de esas personas que siempre son una referencia, por su manera de comportarse, por su generosidad, y por la confianza que inspiran. Hay una seguridad en la selección italiana, en cada uno de sus jugadores, y en el seleccionador: esa seguridad es Buffon.
En cualquier grupo humano tiene que haber ese tipo de personas, esas que están ahí para que nos sintamos tranquilos, porque su presencia es suficiente para aumentar la confianza de los demás, y porque se tiene la convicción de que en un caso extremo, ante una dificultad máxima, podemos estar seguros de que esa persona estará ahí, con toda su experiencia, para intentar salvarnos de un peligro. Si se acerca un delantero del otro equipo, y dribla a la defensa entera, allí estará Buffon. Confiamos en él.
Y ese abrazo final con Casillas, esa fraternidad que está por encima de todo, de que uno haya ganado o perdido: ese abrazo con Casillas, al final de todos los partidos importantes, convierte el fútbol en algo que merece la pena, y que nos hace olvidar la imbecilidad de tantos comportamientos absurdos, o ridículos, o deplorables.
Todo aficionado al fútbol recuerda a los grandes porteros. En mi caso: Zamora, Banks, Yashin, Iríbar, Arconada, Casillas, Buffon. Son esos personajes solitarios que ayudaron a que nuestro equipo ganara, o que si jugaban en el equipo contrario no nos importó que impidieran que el nuestro marcara un gol, porque su presencia era una manera de entender el significado del juego limpio. A mí no me importó tanto que España perdiera con Italia, porque en el equipo de Italia juega Buffon.



jueves, 23 de junio de 2016

Por ahí no, Carver

El escueto desorden de lo que se nos aparece de pronto sin que lo hayamos convocado: este poema es demasiado duro. Este tipo de sinceridad es una metáfora del abuso, y no se puede entrometerse tanto en nuestras vidas. "Llevas tres días borracha..." A qué viene eso, Carter.  Te has pasado esta vez. No sé a dónde quieres ir a parar. ¿Te parece bien andar vociferando por ahí como si pretendieses dar lecciones? A veces la escritura se corresponde con un mal momento, o con un entresijo de dificultades a las que se quiere dar salida como sea. Huyamos pues de pretensión semejante y busquemos una salida convincente. Qué hay de lo nuestro: de lo que habría que decir acerca de la experiencia del valor, de la resistencia. Nada de gritos, de beligerancia gratuita. Recogimiento de vez en cuando. Maneras de encontrarse en circunstancias difíciles.


A mi hija
Todos nosotros
Raymond Carver

Sobre el referéndum

¿Alguien sabe cómo se podría solucionar la enorme contradicción que supondría el Brexit? Casi todos los partidos políticos y los medios de comunicación están a favor de permanecer en la UE. ¿Cómo gestionarían el Brexit un Gobierno y un Parlamento que son europeístas? Convocar un referéndum alegremente con fines electorales lleva a dividir el país en dos grupos, a veces irreconciliables. La opción ganadora lo será por un escueto porcentaje: medio país tendrá que agachar la cabeza, porque el resultado de este referéndum, sea el que sea, no admite vuelta atrás. 

lunes, 20 de junio de 2016

La experiencia política

Apenas logramos salir de las estadísticas. Y la digestión de los datos es siempre difícil. Cómo se puede saber lo que queremos sin estar mediatizados por los datos de la última  encuesta? La lectura del libro Descenso a los infiernos de Ian Kershaw me sugiere muchos pensamientos acerca de la situación en Europa. Las actitudes nacionalistas suelen ser malas consejeras. Y lo que aparece en el horizonte no se aviene con la racionalidad: la historia debería  ser guía obligada de los que toman decisiones, pero los caminos de la experiencia ahora no se transitan con la razón -o eso me parece.

miércoles, 15 de junio de 2016

El año que viene

Esta historia es la continuación de la anterior. Primero la casa a la que se quiere llegar; la casa soñada. Y luego la manera de vivir. Una nueva manera de vivir en una nueva casa. Mientras, el desastre continúa. Seguían / creyendo que eran el tipo de gente que decían que eran. Qué dilema. Hablando de un pasado como si realmente lo tuvieran. Incluso la hija se marcha. Cómo no va a hacerlo. Dadme un respiro, POR FAVOR. Y este suspiro por un paréntesis es un grito de verdad, uno de esos gritos que son una condena. Pero habrá que insistir en cambiar de vida, y seguir buscando la casa, la más adecuada para poder hacer frente a tanta adversidad. Pero con la mente limpia de adherencias indeseables. Y, sobre todo, diciéndose a sí mismos que el año que viene todo va a ser diferente.


El año que viene
Todos nosotros
R Carver

martes, 14 de junio de 2016

Una casa en la que aún no vive nadie

Quién es el protagonista. Siempre me queda la duda de si en poesía hay protagonistas o, por el contrario, el autor es el único yo. No estoy seguro de nada, pero importa poco. Alguien busca una casa y no consigue encontrarla. De la última en la que ha estado -pero no vivido- se va a medianoche haciendo las maletas con la ayuda de una linterna. No sé a dónde se va a ir, quién va a ser el que contemple la huida con ese temor que produce la desgracia de los demás. La frustración puede hacer llorar, y romper la pared de un puñetazo. Puede llevarle a soñar con una casa que sea suya al final de una carretera. Una casa llena de música, calma, generosidad. Una casa en la que aún no vive nadie.

Nuestra primera casa en Sacramento
Todos nosotros
R Carver

domingo, 12 de junio de 2016

Chopos fuera de lugar

Desde la autovía veo una hilera de chopos que parecen expulsados de su hábitat. Quién los habrá sembrado en un lugar tan inapropiado. Sin el agua que tanto necesitan, aunque tan sólo sea para sentirse acompañados por el rumor de la corriente, desarraigados y olvidados por quien los sembró, los chopos de la autovía nos interpelan: qué hacemos aquí.
No se puede comprender un chopo si un río en sus alrededores. Me acuerdo de los chopos de Burgos, de Valladolid, de Segovia. Siempre con un río al lado. Al aumentar el calor, día a día, estos pobres chopos entre las casas y la autovía son seres sedientos que se enfrentan a un futuro incierto. Apenas han crecido, y algunos están aún casi desnudos, necesitados del aliento del verdor de los demás, y del suyo propio.
La experiencia nos enseña a valorar lo absurdo. A valorarlo y a hurgar en su significado. Una manera de entender el funcionamiento del mundo es dejarse llevar por los sentimientos en relación con los seres que están ahí, fuera de nosotros. O formando parte de nosotros. Quizás no hay diferencia alguna entre lo externo y lo interno. Los chopos de la autovía forman parte de la vida que hay a nuestro alrededor, y al llamar nuestra atención nos fuerzan a mirar de otra manera, y a resaltar lo que nunca se debió de haber hecho. Al alejarnos, no se quedan atrás del todo: los retenemos en la memoria, o en nuestra mala conciencia.

Motivo: 
Chopos escuálidos en la autovía



lunes, 30 de mayo de 2016

Fue como en los viejos tiempos

Imágenes de los viejos tiempos que su hermano convoca de nuevo en una llamada telefónica. ¿De qué sirve? Parecían superados, y sin embargo no lo estaban. Ahora la historia se repite: todo acaba mal, y se recuerda como si hubiera sido una pesadilla. 'Los cuchillos en la mesa, a espera / de problemas'. Quizás sea ésta 'la' imagen que más nos impresiona, y es la que enlaza con el estallido emocional del final del poema:
'Te quiero, hermano, dijiste.
Se cruzó un sollozo.
Me cogí el auricular
como si fuera el brazo de un colega.
Y deseé abrazarte, viejo amigo.
Yo también te quiero, hermano.
Lo dije y luego colgamos'

Los viejos tiempos
Todos nosotros
R Carver

viernes, 20 de mayo de 2016

La responsabilidad de decidir

‘El acto voluntario y el acto libre’ fue la pregunta de filosofía en mi examen de reválida de sexto de bachillerato. Siempre he recordado la pregunta, pero no lo que respondí. Pienso que es muy difícil que a los quince años uno pueda saber algo sobre estas cuestiones, aunque el profesor que se lo haya explicado sea muy bueno. ¿Cómo podía un profesor de filosofía explicar a sus alumnos el acto libre en aquellos años en que no había libertad en España? ¿Quién fue exactamente el profesor que tuvo la idea de preguntarnos eso, y cuáles debían de ser sus convicciones? Me gustaría haberle conocido, pero no entonces, sino veinte o treinta años después, y haber hablado largamente con él. El examen empezaba con el reparto de aquellos papelitos del tamaño de media cuartilla que contenían las preguntas, y que eran un modelo de trabajo hecho a conciencia. Encontré hace algunos años uno de ellos en el desván, en buen estado de conservación, con el color blanco del papel aún vivo,  y las letras de un negro intenso, como si acabaran de salir de la imprenta. ¿No resulta curioso que la papeleta de examen estuviera tan bien impresa? A mí me parece un indicio de que cuando vienen mal dadas siempre hay Alguien que no baja la cabeza, y que luchando desde dentro, de una manera callada y perseverante, consigue estimular la inquietud de los alumnos. En aquel papelito tan pulcro había un mensaje que Alguien había lanzado a los jóvenes de entonces: el acto voluntario es el acto libre, y ha de ser la aspiración de todo acto humano que pueda ser considerado como tal. Quizás ese Alguien fuese José Mª Valverde, superviviente en medio de aquella falsa quietud. El era el autor del libro de texto de filosofía, que he encontrado en la biblioteca, como si hubiera aparecido por arte de magia. Compruebo que no hay ninguna pregunta igual que la del examen, y que la más parecida es ‘El acto moral’, que se plantea como el acto voluntario que requiere ‘conocimiento, deliberación, decisión y ejecución en libertad’. Ahora tenemos muchas de las libertades formales que entonces anhelábamos. Los límites de nuestra libertad están fijados por las leyes de un Estado democrático, y ante cualquier duda de interpretación hemos de saber que nuestra libertad termina en los derechos de los otros. ¿Y quién es capaz de asegurar que tanto los jóvenes de quince años como los adultos de ahora somos más libres que entonces en el momento de enfrentarnos a la responsabilidad de decidir?

miércoles, 18 de mayo de 2016

La representación de la realidad, de Bill Nichols

Lo que vemos no se puede dejar de lado, como si no existiera. Es quizás le lección que estoy aprendiendo mientras leo 'La representación de la realidad' de Bill Nichols sobre el documental, o sobre las diferencias entre la ficción y la no-ficción, o sobre todo ello a la vez. La evolución del documental a lo largo de los últimos 80 años es, más o menos, la evolución de la mirada de un posible espectador a lo largo de su vida. El documental expositivo es el inicio de un gradual acercamiento al documental reflexivo: la infancia y la madurez. No hay leyes, sino hipótesis que la experiencia nos va formulando, y que quizás habrán de ser rebatidas por lo que ocurrirá dentro de poco. A veces al caminar por la ciudad vas viendo lo que ocurre a tu alrededor como si fuera un espectáculo de convivencia, un equilibrio de fuerzas que se empujan las unas a las otras y que dan como resultado una mirada concreta. Cuánta resistencia nos ofrece el conocimiento. Y cuánto humildad hay que atesorar para darnos cuenta de que lo que vemos no es seguro. Como escribe Bill Nichols, refiriéndose al documental: no nos preparamos para comprender una historia sino para entender un argumento.


Motivo:
La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental
Bill Nichols

jueves, 12 de mayo de 2016

Mi calle, de Edgar Neville

Miro Mi calle, de Edgar Neville, y me dejo arrastrar por los personajes entrañables de Madrid de la primera mitad del siglo XX. Balada de Madrid, de Nati Mistral, la música que resume la fuerza de unos personajes entrañables que humanizan la vida: Marcelino, constructor de acordeones, bandurrias y guitarras; Rufino Meléndez, constructor de paraguas; el marqués, populachero y vivaz, aristócrata venido a menos; Lesmes, el organillero, que deja el organillo en la Costanilla de San Pedro; los dos niños que luchan para conseguir las 25 pesetas que les hacen falta para que las ordenanzas municipales no sacrifiquen a su perro.

Qué personaje, Edgar Neville. Hijo de aristócrata, no dejo de imaginármelo como el marqués de la película, con su melancólico afán por vivir como un madrileño más. Veo al director entre los personajes, lo veo deslizarse por las calles, tocar el organillo, recrearse en las conversaciones de Rufino y de Marcelino, de los niños que buscan las pesetas necesarias para salvar a su perro. Cómo no van a poder salvarlo. El hijo del marqués les ayuda. Y la despedida a los caballos es quizás una de las despedidas más memorables que he visto en una película de cine: la emoción fluye por debajo, como si nos fuera dada con unos gestos muy sencillos, o con un leve parpadeo.  

Y también hay mucha tragedia sugerida, mucho dolor que apenas se esboza, entre tanto gracejo y alegría de vivir. A veces nos gusta una película que antaño nos hubiera parecido vagamente costumbrista o superficial. Sin embargo, con el tiempo apreciamos lo que hemos aprendido con mucho esfuerzo, como si ahora fuese un regalo de la vida. Como el blanco y negro de Mi calle, a cargo de José Fernández Aguayo, el gran director de fotografía del Buñuel más memorable, el de Tristana y Viridiana.


lunes, 2 de mayo de 2016

Felicidad, por RC

Lo que se lee a veces describe lo que hemos hecho hace poco, o lo que estamos haciendo. La luna sobre el mar, esta mañana, y su reflejo en la bahía. La luminosidad del horizonte, que adquiere matices plateados en estos días de mayo, después de que el viento haya barrido el polvo y las neblinas. La ciudad se despereza entre miradas llenas de contenido. En Felicidad, Raymond Carver está en su punto más íntimo, porque penetra en el mundo exterior y lo ve hermoso. Quién puede atisbar en este poema al autor de sus cuentos, o de otros poemas más duros. Un amanecer puede ser un comienzo y un descubrimiento. 'Tanta belleza que, durante un instante, / la muerte o la ambición, incluso el amor, / no tienen cabida aquí'.  

Felicidad
Raymond Carver

domingo, 1 de mayo de 2016

Donde el agua se une a otras aguas

Hace poco estuve en Cala Deià. Se la enseñé a Javier y a Inés, que vinieron de Madrid a visitarme. Nada más salir del coche ya se oía el murmullo del torrente. El agua limpia recorriendo su camino hacia el mar. Donde el agua se une a otras aguas. Una parte de la experiencia humana es este recorrido. Cada uno está en su propia corriente, que es él y lo que lo constituye. RC está absorto ante la idea de que le gustan los ríos, y de que 'me encanta lo que crece en mí'. Uno también es ese río que avanza desde dentro hacia afuera. Ahora es esto lo que nos dice cosas al oído. El río de Heráclito también se entiende en la madurez. O se empieza a entender de verdad por vez primera. Te ves con los pies en el río, siempre cambiante. Una imagen casi real, casi vivida de verdad. Luego te das cuenta de que el río viene de algún lugar que has de ir conociendo con el tiempo.


Donde el agua se une a otras aguas
Todos nosotros
Raymond Carver

sábado, 30 de abril de 2016

Protegerse de lo altisonante

Lo que leo en Protegiendo a la número uno es una especie de oración. Las cosas que voy a hacer cuando tú no estés, escribe RC, como si fuese una sucesión de niñadas que conducen a la más verdadera: lo que no va a hacer. Es una declaración de amor que nos lleva de la mano por la idea de un romanticismo hecho de pequeñas experiencias. Huyamos de las grandes declaraciones tumultuosas y agucemos el oído a la expresión que tan sólo susurra. Evoquemos la dulzura en contraposición al estruendo.

Protegiendo a la número uno
Raymond Carver

El molino que se refleja en una nave metálica de color rojo

Lo que antes eran los arrabales ahora son los polígonos industriales. No son equivalentes. La equivalencia tiene que ver tan sólo con la ubicación. Un polígono es un conjunto de paralelepípedos cuyo desorden está atemperado por los colores de las fachadas y de los anuncios. Camino por uno de ellos con Óscar, que olisquea sin sacar nada en claro: sólo hay polvo de lo que dejó de ser este sitio hace algunos años. En un gran solar a la izquierda hay un aparcamiento donde descansan centenares de coches, antes del duro trabajo veraniego. Las acacias colocadas en la acera parecen pedir auxilio. Medran como pueden, olvidadas. El Ayuntamiento las sembró y ahí están, como guardianes sin medios para subsistir. Peor están las de una calle más céntrica, de donde las extirpan. Lo dicho: el Ayuntamiento es temible. Es tal el rigor aniquilador de un polígono industrial que lo que sobrevive está fuera de lugar. Era su sitio antes, pero no ahora. Este molino detrás de la valla parece un recuerdo. Se refleja en la gran cristalera del mayor paralelepípedo. La fachada de color rojo y la cristalera con el molino reflejado son una performance del atardecer. En este polígono confluyen los requisitos del olvido sistemático, sin que en su lugar se haya instaurado nada. De repente cruza la avenida un hombre en bicicleta. Él sabrá a dónde se dirige. Un poco más allá veo un cañaveral, aunque quizás sea un espejismo. Dos hombres trajeados salen de un enclave misterioso, colocado entre el molino y el gran aparcamiento. Hay varios remolques que serán dentro de poco chiringuitos de playa. Anuncian Laccao, y las letras medio disueltas en la chapa son un regalo conceptual para algún artista rompedor de moldes. Noto unas gotas en la mano que quizás hayan caído del cielo, que es lo único que me resulta más o menos familiar. Aunque  esté tan lejos.

jueves, 28 de abril de 2016

Lo que ha visto el viento del oeste

Por la noche la música es un preludio de algo desconocido. Lo que ha visto el viento del oeste es justo lo que ahora recogemos. Parece una decisión llena de posibilidades. Cualquier viento lleva en su seno la posibilidad de conocer el aire lejano de lo que puede servirnos. Sin haberlo previsto. Sin apenas un gesto que nos delate. No es que lo que hayamos pedido: es que nos llega. La música suele ser así: un preludio de algo que no esperábamos, una forma de recoger el ansia de vivir que nos viene de lejos y se nos ofrece. Por la noche, el sonido del piano tiene una limpieza que se nota enseguida, como si se bastara a sí mismo para que sepamos de golpe lo que significa mirar sin cansancio, y sin ese peso que con frecuencia no nos deja mover. Luego me entero de que el pianista Enrique Bernaldo de Quirós vive en la misma ciudad que yo. Lo que ha visto el viento del oeste me ha llegado a media noche, cuando la quietud se nutre de un silencio humilde. Ahora oigo el tic tac del reloj. 


Lo que ha visto el viento del oeste, de Debussy
Enrique Bernaldo de Quirós

Uno no puede dejar de pensar

Uno no puede dejar de pensar en lo que ocurre en el mundo, pero quizás no sirva de nada. Y sin embargo es imprescindible, para no caer en la trampa de uno mismo, de ese buceo en el interior de eso que se puede llamar alma, o vísceras, y que no es más que perder el tiempo, porque el yo apenas se puede vislumbrar, por mucho que lo intentemos.
El periódico habla del mundo. De lo exterior a nosotros. Nos afecta más o menos. Un bombardeo ha segado la vida de muchas personas. Un coche ha arrollado a dos ciclistas. Ha llovido algo, pero no lo suficiente. Un físico ha estudiado las consecuencias de una nueva teoría. El tiempo se agita y no sabemos lo que es si alguien nos lo pregunta.
Uno no puede dejar las cosas a un lado, como si no existieran. Incluso el presente, esa sensación de que vivo y de que estoy aquí, no es seguro que se pueda agarrar: fluye como el agua entre las manos. Lo inmortal es el tiempo, porque nos atraviesa a todos. Quizás no debería de pensar en lo que ocurre dentro. Lo único que vale es lo que ocurre fuera.

miércoles, 27 de abril de 2016

Nosotros, los de entonces

Al comentar Todos nosotros, el libro de poemas de Raymond Carver, pienso si es conveniente o no hacerlo. O si se debe hacer. Tiendo a pensar que aventurarse en la interpretación es una forma de orgullo estúpido, una manera de pasar el rato que no conduce a nada, y que apenas admite una salida airosa. Quizás sólo sirva  de apoyo, como esas anotaciones que son estrictamente personales que uno va haciendo en los márgenes de un libro, y que años después, al releerlas, nos ofrecen pistas sobre cómo éramos. Quizás todo lo que se escribe es una forma de orgullo, una pretensión utópica de hacer que los demás intenten compartir nuestras limitaciones para explicar el Mundo.

Todos nosotros
Raymond Carver
Recapitulación, antes de avanzar

lunes, 18 de abril de 2016

Visión de un tipo de romanticismo

'Romanticismo' sería sentir una cosa en un momento y otra distinta en el momento siguiente. Ha de haber luna llena, porque de lo contrario sólo vemos oscuridad al abrir la ventana, y no sacaríamos nada en claro.
El lugar y el momento son importantes. Y también el significado de las palabras. 'Romanticismo' es una palabra tan limitada por el uso que ya no sabemos cómo utilizarla. Muchos ya no lo hacen, y cuando la oímos nos ponemos a un lado, como si esperáramos a que escampe.
Es posible que la poesía de R.C. sea una indagación acerca de la personalidad ambigua. Alguien de carácter sería una persona que no se adapta a estereotipos.

Romanticismo
Raymond Carver
Todos nosotros

jueves, 14 de abril de 2016

Avignon

Caminando por Avignon, al atardecer de un día de principios de primavera, las campanas de la catedral empezaron a tocar con la gravedad de ese sonido majestuoso que parece anunciar el viaje que cada uno de nosotros ha de realizar inexorablemente. En aquellas calles del centro me estaba fijando en el ambiente de las librerías, que uno puede captar enseguida al otear desde la calle la atmósfera de recogimiento que proyectan, y que nos sugiere reflexión, y ese punto de orden que se necesita para pensar y sentir. Es una atmósfera en la que se nota que hay libros que están a la espera de ser leídos por un lector dispuesto a darse un festín de placer, quizás cuando uno ha superado ya un poco más de la mitad de la vida. Me gusta comprobar que este ambiente en las librerías de Francia permanece fiel a la magia de la literatura, y que simboliza el esfuerzo que hay que hacer para disfrutar con la exigencia de lo que está bien hecho. Mientras tanto, las campanas no cesaban de tocar, y su sonido nos acompañaba como si en vez de caminar por Avignon estuviésemos en una sala de conciertos al aire libre. Más que caminar, paseábamos desde el Ródano hacia el otro lado de las murallas, en donde habíamos  dejado el coche aparcado. Aquel sonido repetitivo, pero de una monotonía que tiene la capacidad de hacerme recordar el período de mi vida en que estaba sumergido de lleno en los ritos religiosos, provocó que saliera a flote una reflexión de Pascal Bruckner según la cual el sonido de las campanas de una iglesia católica es, para los que nos hemos alejado de su Credo, la constatación de que nunca dejaremos de ser cristianos de alguna forma. Es un pensamiento que me sobreviene a veces desde que me enfrenté racionalmente a la necesidad de situarme frente a frente con la idea de la trascendencia de nuestra vida, que ahora prefiero situar en el mundo, y no en un más allá lleno de sombras. ¿Acaso no es perturbador constatar que lo que vivimos no puede ser borrado nunca del todo? ¿Es sólo perturbador, o hay algo más? ¿Es un consuelo que nuestro pasado permanezca ahí, y nos constituya, por mucho que ahora seamos completamente diferentes?  

martes, 12 de abril de 2016

Los miedos de R.C.

Son los de todos, y la enumeración del poema Miedo (que debería de titularse miedos) es una especie de confesión que se agita en nuestras conciencias para que pensemos. Uno a uno, cada uno de los miedos, expresan una forma de ser, como si cada verso correspondiera a una persona diferente. Pero no: corresponden al mismo ser, y al decir ser derramo en la palabra lo que a él, a R.C., le sugiere vivir en su país, en su casa, con sus familiares y amigos. Lo que contienen nuestros miedos es tan sólo imaginario, porque los miedos lo son, y su realidad se basa en lo que ya ha acontecido. Es por eso por lo que se derraman los acontecimientos imaginados sobre el lado más deslizante de la experiencia. Y sin embargo dejan un reguero, leves líneas de mugre y de vergüenza.

Miedo
Raymond Carver

martes, 23 de febrero de 2016

Mari Carmen

Recuerdo a Mari Carmen. Comíamos en aquella mesa grande del jardín de la casa de sus padres, cerca de la Estación de Renfe de Roa de Duero. El calor seco del mediodía, a la sombra de los árboles, era un estímulo para insistir en las charlas que duraban hasta el atardecer. Juan nos fotografiaba, y luego nos enviaba las fotografías reveladas por él mismo en su estudio. Después caminábamos por los alrededores de las vías férreas, abandonadas desde finales de los setenta. También había vagones de madera, con su nostalgia de los viajes que realizaron por toda España. Los trenes dejaron de atravesar Castilla y las viejas estaciones quedaron abandonadas, y sin embargo quedaba en cada una de ellas el eco de aquellos viajes que ahora parecen increíbles: tantas horas, las caras tiznadas. Había una morera muy grande detrás de la Estación, un símbolo de lo que perdura. En verano era todo más alegre, pero en invierno hacía mucho frío, y al regresar había nieve en Somosierra. Ya casi no recuerdo las conversaciones. Éramos muy jóvenes, y teníamos la vida entera por delante. Queda el halo de aquellas despedidas, casi siempre en la Plaza Castilla.

lunes, 22 de febrero de 2016

Antonio Machado

Los poemas de Antonio Machado caben en un libro no muy grueso. Sus lectores tenemos ese libro en la biblioteca con las hojas un poco amarillentas. Así es mi ejemplar de la Colección Austral, y de vez en cuando releo alguno de sus poemas para serenar el ánimo, y para no dejarme arrastrar por esas sensaciones tan modernas que a veces no responden a nada concreto y que sólo sirven para dejarnos indefensos. 

Raymond Carver parece que comparte esa afición por Antonio Machado. Y entonces me pregunto cómo es posible que esos poemas tan reposados llegaran a Carver. Lo que importa es que para él la poesía de Machado es un consuelo a sus tribulaciones. La imagen del viejo profesor español que camina con lentitud por Úbeda o Segovia o Soria se convierte en una protección para Carver. Bien pensado, a veces las cosas son así de sencillas: la experiencia es capaz de mostrarnos caminos invisibles por medio de pensamientos que nos llegan de lugares muy lejanos.

Pues bien, el poema Ondas de radio trata acerca de esto: las tribulaciones de un norteamericano muy moderno que busca consuelo en la poesía meditativa de un viejo poeta español.

A mí me parece que Ondas de radio ha sido escrito después de leer el poema Consejos:

Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.

Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.

Ondas de radio
Todos nosotros
Raymond Carver






viernes, 19 de febrero de 2016

"When you're smiling"

Me he sentado a la mesa que me gusta más, la que está junto a la vidriera. Al entrar, no me he fijado en el poema que suele haber en la entrada, a la derecha de la puerta, escrito en una pizarra con tiza blanca y con letra muy clara. Suena una canción de Louis Armstrong; en la calle un mendigo levanta la tapa de uno de los contenedores de basura; un hombre y una mujer miran las afueras de la librería. El hombre y la mujer visten con sencillez y elegancia, y deben de ser turistas, por la manera de moverse, como si dudaran ante un lugar desconocido. Ha llovido hace un rato. El hombre lleva un paraguas colgado del brazo derecho. El cielo es invisible desde aquí, apenas puedo entrever si aún está cubierto y amenaza lluvia de nuevo, o si ya empieza a clarear. La trompeta de Louis Armstrong llena la librería de resonancias alegres, como si el café quedara impregnado del ritmo feliz de sus canciones. El hombre y la mujer siguen sin saber qué hacer, y ahora están mirando el bar de al lado, en el que hay fotografías de Ciutat. Los veo muy bien desde este alto, a dos metros sobre el nivel de la calle. Ellos me han visto también, sentado a esta mesa solitaria, con mi taza de café al lado. Pasa una madre joven con su hijo un metro detrás de ella, siguiéndola fielmente. Puedo ver fácilmente el hilo invisible que los une. Es un hilo que los une y que soy capaz de intuir por experiencia, sólo por experiencia. Los adoquines están levemente mojados. Ha llovido lo suficiente para que su color marrón se haya vuelto brillante, como si hubiera sido pintado por una mano cuidadosa. Así es la lluvia en Ciutat, una dulce caricia que se prodiga poco, y que cuando llega nunca se suele desbordar sino que llega muy atenuada para limpiar lo que toca y para dejarse llevar por la superficie de los lugares y de las cosas. Un hombre con ropa descuidada se cruza con una chica joven que por debajo de la chaqueta lleva un chal vaporoso que vuela al andar. El hombre quizás piensa que esta chica se dirige hacia él, pero en seguida se le va la idea de la cabeza porque la chica va hacia un chico que la estaba esperando cerca de los contenedores de basura. La chica hace un quiebro con el cuerpo y se va corriendo hacia el chico, y el hombre que viste descuidadamente, con la barba de varios días y una mochila vieja a la espalda, se va riendo. Los dos jóvenes se sientan afuera, a una de las mesas que hay sobre una tarima de madera. Dos jóvenes suben la escalera desde Sa Costa de Sa Pols y juguetean con su perro. La canción que ahora suena creo que es When you're smiling.

miércoles, 17 de febrero de 2016

El arco acelerándose

Escucho con mucha intención a Jacqueline du Pré en el concierto de Dvorak, y me dejo llevar por esa emoción inconfundible de la violonchelista, que siempre aparecía tan joven, tan dispuesta a interpretar como si fuese lo último que iba a hacer en su vida. La música es esa modificación del espacio inmediato que nos suscita una indefinible sensación de vértigo. Si es sólo una manera de llenar un paréntesis significa que no sirve más que para ver pasar el tiempo. Pero si nos modifica, es decir: si el tiempo no pasa por delante del oyente sino que se introduce en él y se lo lleva en volandas, es entonces cuando la música nos sirve para desgranar la vida. Ese momento en que el violonchelo parece que se lamenta por algo, y que la mano de Jacqueline du Pré se esfuerza, como si se contorsionara para poder producir un sonido esencial, esa aceleración del arco: esa sensación de vértigo.

martes, 16 de febrero de 2016

"Brooklyn"

Acabo de leer Brooklyn y aún tengo el sabor en la boca, como si fuera real, de las sucesivas decisiones que ha de ir tomando Eilis a lo largo de su juventud. Es una novela sobre la aventura íntima de alguien que lucha por la vida dejándose influir o no por las personas con las que convive, con las que se enfrenta, y con las que tiene que ir hacia adelante, quiera o no. Eilis está sola casi siempre al enfrentarse a una situación determinada: no sabe si va a acertar o no. Cómo va a saberlo: éste es el punto crucial de la historia de su vida: avanzar a tientas, sin saber muy bien lo que se va a encontrar al día siguiente. Quizás sea éste el eje de la vida de cada cual.

Motivo: "Brooklyn"
Colm Tóibín

lunes, 15 de febrero de 2016

La lluvia, de madrugada

De madrugada empezó a llover. Se oían los suaves crujidos de las hojas de la enredadera mientras se interponían en el camino del agua, y después, al cabo de un rato, los tejados goteando. Me volví a dormir con el arrullo de la lluvia, y al levantarme y salir al jardín hundí una rama seca en la tierra y comprobé que se adentraba varios centímetros sin dificultad. Así que la lluvia había sido provechosa, no un simple chaparrón, como otras veces. El cielo seguía completamente cubierto a media mañana, sin nubes diferenciadas, como si fuésemos a esperar más lluvia en las próximas horas. En el llano, los almendros tenían las flores limpias de polvo, y el blanco era suave como si la naturaleza las hubiera lavado pacientemente. Había gorriones bebiendo felices entre la hierba.

jueves, 11 de febrero de 2016

Woolworth's 1954

Desde la autovía se ven los almendros como si fueran supervivientes. La suave blancura de sus flores se aviene con la música que oigo en la radio del coche. Sin saber por qué, recuerdo un viaje por Francia, hace años, en la circunvalación de Burdeos: nos adelantó un coche en el que una mujer joven vestida de novia estaba sentada en el asiento de atrás. La vi de perfil, mirando hacia adelante, con expresión ausente, como si en vez de ir a casarse se dirigiera al cadalso. Quizás fuese sólo un instante de indecisión, o de duda, y yo fui testigo casual. Raymond Carver a veces, en sus poemas, se sirve de asociaciones mentales de índole azarosa, como en el poema Woolworth's 1954.

Todos nosotros
Woolworth's 1954
Raymond Carver

martes, 9 de febrero de 2016

Abrir la mañana

Abrir la mañana como si fuera una ventana al mundo, quizás con una canción de Serrat o de Nat King Cole, o con la viñeta de El Roto, para no perder la lucidez. Abrir la mañana para no tener traspié alguno, y para avanzar con la mirada presta a que todo lo que se observa no sea desproporcionado al entendimiento. Y si hay que tropezar en algo que sea con un poco de humor, como si aún fuera un buscador de experiencias.

sábado, 6 de febrero de 2016

Metamorfosis de Carver

Te conviertes en un caracol, pero sigues siendo humano: la pena comienza a gotear en mi corazón. Y al regresar a casa le ocurre lo mismo que a Gregorio Samsa: se convierte en un ser diferente que sigue sufriendo.

El texto deja traslucir un dolor que se nutre de la experiencia vivida por un protagonista que intenta dejar de ser quien es, en un entorno vagamente conocido. Hay caracoles en cualquier jardín. Al llegar a la pared se deja llevar por el sentimiento de pertenencia a algo nuevo, pero ha de volver,

y vuelvo errabundo a casa.
Todavía están esperándome,
el espanto aletea en sus rostros
cuando se encuentran con mis nuevos ojos por primera vez.

Para siempre
Último poema de Incendios
Todos nosotros (Incendios)
Raymond Carver


viernes, 5 de febrero de 2016

Por el sendero

El sendero que cruza el valle encara el Puigblanc, que apenas sube cien metros, y después de un rodeo avanza por detrás de la loma, como si la abrazara. En un día de cielo azul como hoy la experiencia de pasear se convierte en un placer para los sentidos. Hay pájaros, almendros en flor, mariposas, olivos jóvenes que crecen, paredes secas que soportan a sus espaldas el peso de las laderas. Durante décadas este valle  fue transparente a mi interés. Lo veía sin mirarlo. Los paisajes famosos, que están siempre en la mente del observador, no tienen nada que ver con los enclaves humildes. Ses Clotes es uno de ellos, uno de los secretos que hay que descubrir indagando en el interior, como si las vísceras fuesen interlocutores de la tierra. Cada uno ha de descubrir su propio paisaje, poco a poco, llenándolo de tiempo.

jueves, 4 de febrero de 2016

Escucho atentamente

En un almendro recién podado la naturaleza empieza a trabajar de nuevo: la circulación de la savia, la función clorofílica, la sucesión de las estaciones. Las ramas cortadas están en el suelo, y la parte que queda en el árbol empieza a crecer otra vez. 

Qué se puede saber y qué no sobre el mundo que nos rodea: a través de la observación surgen las preguntas, y las respuestas tardan más o menos en ser respondidas, aunque lo más frecuente es que una pregunta nos lleve a una respuesta incompleta, y de ahí a otra pregunta, y así sucesivamente.

Lo que sabemos no es más que un empiece, y así es como interpreto estos versos de Walt Whitman:

En la noche fría, el ganso salvaje guía la bandada; su graznido me llega como una invitación.
Acaso el orgulloso no oiga nada,
pero yo, que escucho atentamente,
descubro su propósito y su sitio allá arriba,
en el cielo del invierno.

 
   

martes, 2 de febrero de 2016

Intentando dormir hasta tarde

Intentando dormir hasta tarde un sábado de noviembre. Una sucesión de sueños que se entrelazan los unos con los otros: un viaje espacial, pero RC es conciente de que está en la cama, muy al fondo de las mantas; y luego unas avispas de rayas amarillas y casi al borde la congelación. ¡Casi al borde de la congelación! Y luego los helados cañaverales. Los sueños son así: imágenes que pueden llegar a distorsionar la realidad hasta  fronteras inconcebibles que dependen en buena parte del lenguaje.

¿Cómo describir un sueño? RC pretende responder esta pregunta. El contraste entre los sueños y la seguridad de estar en la cama: ningún sueño puede hacernos perder el norte. En la experiencia de la realidad más inmediata los sueños tienen su espacio, casi una intimidad que se cierra sobre sí misma, escogiendo imágenes sobresaltadas, escenas que se crean en el subconsciente, aunque no sepamos aún en qué consiste, y ni tan siquiera si existe.

Quizás soñemos esta noche en un mundo lleno de almendros atiborrados de flores blancas y rosas, con margaritas amarillas a su alrededor: lo que acabo de ver esta mañana en el campo, mientras caminaba plácidamente, bien despierto.

Intentando dormir hasta tarde un sábado de noviembre
Todos nosotros
Raymond Carver 




miércoles, 27 de enero de 2016

Día de niebla en Madrid

Ayer durante todo el día en Madrid hubo una niebla que disolvía los edificios. La mirada estaba en un atardecer permanente, y las personas caminaban con los hombros levantados, como si quisieran evitar que entrara el aire por el cuello. La ancha acera de la Avenida Monforte de Lemos, flanqueada por los árboles desnudos, era una imagen más parecida a un recuerdo que a la realidad. Tanta gente mayor, tantos viejos, tantos que salen a la calle a caminar despacio, pero con insistencia. Por un momento he pensado que sólo a ellos les ha afectado el tiempo, desde que a mediados de los ochenta conocí el Barrio del Pilar. Pero luego me he mirado a mí en la luna de un escaparate.  

martes, 26 de enero de 2016

Madrid 2016

Cada vez que llego al aeropuerto de Barajas tengo la sensación de que hay algo que no encaja en mi memoria, como si hubiesen cambiado la decoración o el orden de los pasillos respecto de mi viaje anterior. Cuando llego al andén del metro me siento otra vez seguro, rodeado de viajeros que van al centro con sus maletas y sus libros, y esa curiosidad que a uno le inunda de pronto al cambiar de ciudad. Hago el transbordo en la estación de Colombia, y es como si caminara por un lugar que reconozco enseguida, con sus letreros luminosos, su pavimento resistente a los golpes de las maletas y al paso rápido de los usuarios del metro. La línea 9 es siempre la más familiar, porque me lleva al Barrio del Pilar, que es una ciudad dentro de la ciudad, el sitio en donde se combinan los recuerdos y la realidad cambiante. Dejo la maleta en casa y voy al quiosco a comprar el periódico. Tantos años después, el vendedor de periódicos me reconoce aún y me alarga el brazo con la misma sonrisa cómplice de toda la vida. Su cara y la mía son mutuamente reconocibles, y atisbamos con la misma lucidez las huellas del tiempo en un gesto, en un movimiento rápido, en unas frases sobre la actualidad. Abro el periódico con la intención de tomar la gragea diaria de lucidez mordaz de El Roto. La de hoy es implacable, como la de otros días: Todas las redes sociales pertenecen a alguna flota pesquera. El vendedor de castañas de la esquina, la frutería de los Hermanos Lave, los edificios de Altamira y de la Ciudad de los Periodistas: se tiene la falsa impresión de todo sigue igual. Los mismos viejos que se sientan en La Vaguada a ver cómo pasa la mañana rodeados de escaparates, de gente que va y viene, de luces que anuncian todo tipo de objetos de consumo: es como si se regeneraran, llegados a media edad de los pueblos de toda España para ganarse el pan en la capital, y que luego, de viejos, se sientan a contemplar el mundo. Me entero enseguida de lo último: la cafetería Manila va a cerrar porque les triplican el alquiler. Qué tristeza, la terraza en la que he tomado tantos cafés, el lugar de encuentro con los amigos, la tibieza del sol de invierno. Por qué todo se tiene que acabar, impunemente.   

sábado, 23 de enero de 2016

Boya

En mi ciudad hay pescadores que parecen contemplar las olas con melancolía. Durante mi infancia, mi padre me hablaba de los pescadores como si fuesen personas solitarias que proyectaban su paciencia en este acto curioso de sentarse en una roca, con sus aparejos colocados con mucho cuidado en una cesta de mimbre. En 'Boya' Raymond Carver cuenta su experiencia de acompañante de tres adultos, entre ellos su padre, durante un día de pesca en el río Columbia, cerca de Vantage. Uno de los amigos de su padre 'me decía que un día me convertiría en un buen hombre, que recordara todo aquello y que fuera de pesca con mi propio hijo'. Quien le decía esto era Mr.Lindgren, que no bebía, y que 'me gustaba más que mi padre', porque 'me dejaba manejar su coche, y me tomaba el pelo con el apodo de junior'.  Siempre hay esa punta de misterio en los poemas de Todos nosotros, siempre hay ese fogonazo de introspección hiriente, aquello que nos atosiga muchos años después, como ese reproche al padre, en 'Mr.Lindgren no bebía'. Lo que el poema transmite tiene que ver, aunque no solamente transmita eso, con el hecho de que la personalidad quizás dependa de estas experiencias compartidas entre padres e hijos. Es decir, la experiencia de los ratos de ocio nos define en buena parte, porque es lo que se hace con lo espiritual de la persona, si es que este término se puede utilizar aún para referirse a lo que hacemos. 

Boya
Todos nosotros
Raymond Carver 

"La gran apuesta"


Pueden reproducirse en cualquier momento: el desorden, la indiferencia, la informe vanidad, la disposición a moverse

sin motivo alguno, las subidas y bajadas de la bolsa, las jugarretas de esos listos de Wall Street, que saben

tanto de tan poco: se puede repetir cualquier suceso, con ligeras variaciones, y alguien se pondrá contento

por el dinero ganado a costa de los pobres, o de la pobre clase media, o de los que creen tener y están saturados

de tanto absorber medias verdades, la perversidad del lenguaje que se corrompe por los motivos sabidos

desde hace tiempo: ya no es la duda, patrimonio de buscadores, sino el mísero deseo de todo lo existente,

que parece inagotable, a costa de la exigua realidad que se acerca a cada uno de nosotros con indolencia

irremediable, con esa justificación que a fuerza de repetirse se ha convertido en un filón injustificable

que sólo sirve para que sintamos vergüenza ajena, esa vergüenza súbita que nos retrotrae a los orígenes

de la imbecilidad humana, tanto tiempo entre paréntesis de niebla y de pronto estalla en círculos concéntricos,
que no se agotan nunca, raíles que sirven tanto a unos como a otros: la vocación imperial del Dinero para esnifar

Dinero, para atragantarse con los excrementos de la desigualdad, que están a nuestro alcance y que no osamos
presentar más que en powerpoint o en esos comentarios  cortitos de twitter, parecidos a grageas para la tos
y que sólo producen más tos, y más imbecilidad, mientras se desvanecen los recursos de La Tierra, y las últimas
generaciones de homínidos se dedican a ofrecer dinero al dios Dinero,

grotescamente.



(Después de ver La gran apuesta, de Adam McKay, y con ganas de leer el libro de Michael Lewis en que se basa)

viernes, 22 de enero de 2016

Las perdices salvadas

Me ha surgido la duda: ¿es Hemingway el ex-peso pesado, y H.C.Williams el médico? Esa maldita tendencia a la interpretación, a buscar paralelismos, a no dejarse llevar más que por la historia personal. Hace poco leí El viejo y el mar, y he supuesto que Hemingway debe de ser el tipo que quiere pescar las truchas. Y H.C.Williams, más prudente, prefiere dejarlas vivir. Hoy, mientras caminaba por Ses Clotes, un paisano me ha contado que él controla las perdices que hay en el valle. No son muchas, me ha dicho, media docena de parejas. Yo las dejo vivir, para qué cazarlas, para qué cazarlas si una vez cazadas se habrían acabado para siempre. Y al hablarme de las perdices he sentido el peso enorme del médico en el poema de Raymond Carver. Hablar con los otros es descubrir lo que no somos capaces de entrever con nuestro entendimiento. Esta mañana mi paisano ha sido H.C.Williams.

Poema para Hemingway y H.C.Williams
Todos nosotros
Raymond Carver





jueves, 21 de enero de 2016

Poema para Hemingway y W.C.Williams

Hay tres truchas quietas bajo el nuevo puente de acero. Nada más empezar el poema empiezo a escuchar La trucha de Schubert, justo cuando los dos amigos caminan hacia la orilla del río. 

El ex-peso pesado lleva una gorra de caza y quiere pescar las tres truchas, pero el médico preferiría hablar largamente acerca de ello. Pienso que es muy exigente el trato que le da Raymond Carver al ex-peso pesado: la gorra de caza parece una crítica velada. Como si cazar una trucha no fuese lo mismo que pescar una trucha.

Cazar una trucha es reprocharle algo al ex-peso pesado.

Bueno, ahí están, caminando hacia la orilla del río. No sabemos cuáles son sus razonamientos, aunque el médico sea un defensor de la naturaleza.

Quizás sea una deducción exagerada. ¿Por qué va a ser el médico del poema un defensor de la naturaleza? En estos días estoy leyendo La sexta extinción de Elizabeth Kolbert, y estoy influido por la constatación de que los seres humanos hemos producido la extinción de la megafauna.

Me acerco a la orilla del río y veo las tres truchas, y luego veo que desaparecen entre los árboles los campos y la luz que oscurece aguas arriba.









Poema para Hemingway y W.C. Williams
Todos nosotros
Raymond Carver
Quinteto con piano en La mayor 'La trucha'


miércoles, 20 de enero de 2016

La otra vida

Debería titularse Matrimonio II, pero se titula La otra vida. Lo que araña el papel es el plumín, después de sumergirlo en el tintero. 'Oigo su pluma arañar, arañar'. ¿Qué escribe?' De vez en cuando se para y la oigo llorar'. ¿Han ido a vivir a una casa nueva y no le gusta? ¿No es posible la otra vida? Sigo pensando en la palabra arañar. Las plumas estilográficas no arañan, pero sí los plumines. Hay siempre algún detalle anacrónico en los textos de Raymond Carver. La introducción al poema: Ahora a por otra vida, una vida sin errores, de Lou Lipsitz, me obliga a ser perspicaz, a no dejarme llevar del todo por lo que imagino.


La otra vida
Todos nosotros
Raymond Carver

martes, 19 de enero de 2016

Lo que se ve

Tengo la sensación, al leer a Raymond Carver, de que sus poemas son como fotografías que tomaba más o menos aleatoriamente. Hay que estar muy atento a lo que se vive para no caer en la abulia, para no dejar de interesarse por la experiencia de los otros. El yo del autor se diluye en los otros, que son los protagonistas. El poema Matrimonio es un ejemplo: ellos dos comen ostras y frituras empanadas, mientras que los protagonistas son Kitty y Levin, y los vecinos. Durante la lectura estamos mirando la televisión, y desde la ventana atisbamos lo que ocurre en la caravana de los vecinos. La experiencia de los otros nos forma y nos deforma, un poco aleatoriamente, y así vamos siendo una mezcla de nosotros mismos y de los demás. A la lectura de este poema se le puede poner como fondo la música de Brad Mehldau.

Todos nosotros
Raymond Carver

lunes, 18 de enero de 2016

Kitty y Levin

Hay que leer sin pensar en nada más, pero uno no deja de mirar el título, Matrimonio, esa palabra que lo agita todo, porque nos remite a una serie de televisión en la que Kitty y Levin se han casado por fin. Y el telón de fondo de la ficción parece un horizonte, pero no una aspiración, porque se enumeran todos los desastres que hay al lado, o detrás, de la aparente felicidad de Ketty y Levin: la destrucción que saben que les aguarda después del próximo giro de los acontecimientos. Y eso se refleja en la realidad inmediata: la última estrofa es una premonición: esa luna que navega armada hasta los dientes a la caza de mis hijos. Y el hombre de la caravana, que se va de nuevo, el vecino borracho que lanza algo por la ventanilla. No sabemos si se va con su mujer o si lo hace solo: quizás su mujer se ha quedado en la caravana porque no ha querido acompañarle. Y los pequeños charcos de agua plateada. Este poema es un cortometraje.

Matrimonio
Todos nosotros
Raymond Carver

sábado, 16 de enero de 2016

Recapitulación, antes de seguir

Hasta ahora hemos ido en coche a la espera de que ocurriera algo en algún instante; hemos sabido que la muerte del perro es una manera de saber otras cosas que no hubieran salido a flote de otra manera; hemos sabido que nada es predecible, y en esto la poesía y la ciencia concuerdan, como en tantas cosas; hemos mirado detenidamente la fotografía del padre de Raymond Carver, cuando era joven; hemos asistido a una intensa búsqueda de trabajo para salir de la bancarrota; hemos mirado por la ventana varias veces; hemos comprobado que a pesar de las transformaciones del paisaje siempre está Prosser, ahí, a nuestro lado. Ahora nos quedamos a la espera de nuevo, a la espera de la lectura del siguiente poema, que se titula Matrimonio.


Todos nosotros
Raymond Carver

jueves, 14 de enero de 2016

Los salmones que quizás también lleguen a mi ciudad

Los poemas de Raymond Carver son adictivos, de uno te vas a otro porque piensas que las oscuridades de uno pueden ser luces en otro, pero sin apenas apercibirte de ello entras en otra oscuridad.

A veces hay sombras en medio de una luz cegadora, como estos salmones que van por ahí, que evitan ciertas plazas, y se acercan a Wright Avenue. Los ciudadanos los esperan, se avisan: ¡que ya llegan! 

Y entonces la decepción es tremenda.

'Cada mañana es una decepción'

El lector se queda con la boca abierta. El chapoteo de los salmones, la sensación de que están ahí, a nuestro lado. Es posible incluso que estos salmones lleguen esta noche a nuestra ciudad, que las cosas se puedan explicar de alguna manera, aunque yo también esté un poco del lado de los que están contra la interpretación, como Susan Sontag

El poema se agita también en la página del libro, y los salmones siguen chapoteando.




Los salmones se mueven de noche
Todos nosotros
Raymond Carver

Prosser

Por supuesto, he buscado Prosser en Wikipedia. Tiene unos cinco mil habitantes, y así ya puedo leer otra vez Prosser con el convencimiento de que Raymond Carver va con su padre en el coche, después de ir de caza. Bueno, yo supongo que vienen de caza, porque hay un olor de pólvora en el coche. Y antes de ver Prosser han pasado por campos de trigo verde y por campos de rastrojo. Lo que vive y lo que está macilento. Es un poema que parece descriptivo, simplemente descriptivo, y sin embargo echa chispas de emoción incontenible. Los campos de trigo verde son hermosos, aunque no lo diga expresamente, y a los gansos les gusta el trigo verde, y Carver incluso lo probó una vez.

Y a los gansos también les gustan los rastrojos. Pero cómo alguien pudo sembrar el trigo entre rastrojos. Cómo va a crecer. El símbolo cobra una fuerza poderosa en este momento del poema: Por la noche intentan recobrar su juventud mientras respiran irregularmente y su vida se hunde en los oscuros surcos de la tierra. Qué duro es todo. Rastrojos, el transcurrir de la vida, la oscuridad que llega mientras Raymond Carver y su padre regresan.

Este regreso es decisivo, como si se tratara de una recolección de experiencias. El trigo verde, el rastrojo, los gansos, todo deriva hacia el olvido, padres, amigos, todos pasan, se quedan algunas mujeres y también se van, y los sembrados desaparecen bajo la lluvia. Todo desaparece poco a poco, menos Prosser. Y el padre de Raymond Carver pronuncia esta palabra que ahora a mí también, lector del poema a miles de millas de distancia, me parece una palabra mágica: Prosser.

Prosser
Todos nosotros
Raymond Carver