domingo, 12 de junio de 2016

Chopos fuera de lugar

Desde la autovía veo una hilera de chopos que parecen expulsados de su hábitat. Quién los habrá sembrado en un lugar tan inapropiado. Sin el agua que tanto necesitan, aunque tan sólo sea para sentirse acompañados por el rumor de la corriente, desarraigados y olvidados por quien los sembró, los chopos de la autovía nos interpelan: qué hacemos aquí.
No se puede comprender un chopo si un río en sus alrededores. Me acuerdo de los chopos de Burgos, de Valladolid, de Segovia. Siempre con un río al lado. Al aumentar el calor, día a día, estos pobres chopos entre las casas y la autovía son seres sedientos que se enfrentan a un futuro incierto. Apenas han crecido, y algunos están aún casi desnudos, necesitados del aliento del verdor de los demás, y del suyo propio.
La experiencia nos enseña a valorar lo absurdo. A valorarlo y a hurgar en su significado. Una manera de entender el funcionamiento del mundo es dejarse llevar por los sentimientos en relación con los seres que están ahí, fuera de nosotros. O formando parte de nosotros. Quizás no hay diferencia alguna entre lo externo y lo interno. Los chopos de la autovía forman parte de la vida que hay a nuestro alrededor, y al llamar nuestra atención nos fuerzan a mirar de otra manera, y a resaltar lo que nunca se debió de haber hecho. Al alejarnos, no se quedan atrás del todo: los retenemos en la memoria, o en nuestra mala conciencia.

Motivo: 
Chopos escuálidos en la autovía