martes, 28 de junio de 2016

Buffon

Recuerdo la primera vez que fui consciente de la soledad de un portero. Yo estaba detrás de la portería, en la tribuna sur del Estadio Lluís Sitjar, y veía a Ricardo Zamora, de pie, majestuoso, observando el partido, porque aquel día el Mallorca atacaba y atacaba, y el Elche apenas le incordiaba. Aunque yo sólo tenía ocho años, me di cuenta de la importancia del portero en un partido de fútbol, y del valor que supone estar ahí, esperando a que alguien le lance un disparo y le ponga a prueba. No puede fallar, y si falla él será el único responsable.
Mi portero de ahora es, sin duda, Buffon. Me gusta ver cómo dirige a sus defensas durante un partido, con qué lealtad los jugadores de la selección italiana lo acogen como si fuera un hermano mayor, o un padre, o una de esas personas que siempre son una referencia, por su manera de comportarse, por su generosidad, y por la confianza que inspiran. Hay una seguridad en la selección italiana, en cada uno de sus jugadores, y en el seleccionador: esa seguridad es Buffon.
En cualquier grupo humano tiene que haber ese tipo de personas, esas que están ahí para que nos sintamos tranquilos, porque su presencia es suficiente para aumentar la confianza de los demás, y porque se tiene la convicción de que en un caso extremo, ante una dificultad máxima, podemos estar seguros de que esa persona estará ahí, con toda su experiencia, para intentar salvarnos de un peligro. Si se acerca un delantero del otro equipo, y dribla a la defensa entera, allí estará Buffon. Confiamos en él.
Y ese abrazo final con Casillas, esa fraternidad que está por encima de todo, de que uno haya ganado o perdido: ese abrazo con Casillas, al final de todos los partidos importantes, convierte el fútbol en algo que merece la pena, y que nos hace olvidar la imbecilidad de tantos comportamientos absurdos, o ridículos, o deplorables.
Todo aficionado al fútbol recuerda a los grandes porteros. En mi caso: Zamora, Banks, Yashin, Iríbar, Arconada, Casillas, Buffon. Son esos personajes solitarios que ayudaron a que nuestro equipo ganara, o que si jugaban en el equipo contrario no nos importó que impidieran que el nuestro marcara un gol, porque su presencia era una manera de entender el significado del juego limpio. A mí no me importó tanto que España perdiera con Italia, porque en el equipo de Italia juega Buffon.