Los poemas de Raymond Carver

Cuando leo un poema de R Carver por primera vez tengo la sensación de que no he entendido nada, y quizás sea éste el motivo de mi frustración: presuponer que hay que entenderlo. Al releerlo, mientras que las palabras se van a buscar su significado en mi experiencia, tengo otra sensación: un desvalimiento que me llega de la anécdota del poema.
Un hombre viaja en coche con su hermano. No pasa nada. Sólo viaja en coche con su hermano. Y el lector sabe de qué está hablando Carver, porque cada uno de nosotros ha viajado infinidad de veces en coche con alguien. Nada ocurre. Si el que viaja va de acompañante, mira por la ventanilla o escucha la radio, o hace las dos cosas a la vez. Y el que conduce presta toda su atención al volante, y también mira, y escucha. Quizás los dos mantengan una conversación; quizás no. Lo importante es la atmósfera de la escena. El poema no parece un texto para ser leído, sino un momento de la vida de alguien que se nos comunica para que lo imaginemos.