domingo, 28 de agosto de 2016
Afán de repetición, y de descubrimiento
Llego a la playa, casi de madrugada. El sol parece que se anuncia, por encima del horizonte. Ese afán de repetición, esa manera de
acudir a los mismos lugares y descubrir que es posible la emoción de la
primera vez, quizás cuando éramos jóvenes. Uno se deja querer por la memoria, como si anduviera por su cuenta. Quizás la nostalgia es una
trampa, o una manera de defenderse de la edad. Pero no, qué va: la
nostalgia suele herir y no se contenta con endulzar el pasado, sino que
exige un poco de dolor. O más bien lo impone. Y entonces hay que salir
a las bravas, con la ayuda de algún algoritmo extraído de la experiencia. Y no quedarse quieto
nunca. Esta mañana he podido
distinguir las diferentes maneras de refractarse la luz. Según el ángulo
de visión, el agua es un prisma mejor o peor. Así ocurre con la manera
de mirarnos a nosotros mismos: la profundidad de la observación depende
de las condiciones que imponemos a la memoria.