jueves, 29 de septiembre de 2016

Isaba

Es como si viajar a Navarra hubiera sido desde hace un tiempo una especie de obsesión, o de desenmascaramiento de una idea que hasta ahora me había sido vetada por circunstancias insuperables. Y ahí estoy, de nuevo, sumergido en el paisaje del Valle del Roncal, paseando por las calles de Isaba, de noche, mis amigos y yo proyectando en las calles adoquinadas esa sensación de viaje a la naturaleza que tantas veces hemos imaginado.

Los pasos resuenan desde el aparcamiento hasta el hostal, y el aire frío que respiramos no nos importuna: es más bien un estímulo para preparar nuestras incursiones en los alrededores de Isaba en los próximos días. ¿Qué hay más allá de nuestra preparación del viaje? Joan ha trazado líneas de colores sobre las sendas, ha matizado posibles variaciones sobre los recorridos más conocidos, y ha estrujado sus conocimientos y su experiencia para aplicarlos con naturalidad.

¿Y hasta cuándo? ¿Hasta cuándo se puede caminar por un bosque desconocido? ¿Hasta cuándo se puede subir con un cansancio creciente por las laderas de una montaña? La posibilidad de descubrir algo que ni tan siquiera imaginamos es una pregunta irreverente: al caminar aspiramos tan sólo a encontrar algo de nosotros mismos que está en el paisaje, irremediablemente.