lunes, 29 de septiembre de 2014

Despertarse

Me despierto con el sonido de la lluvia en las persianas. Me levanto y me convenzo de que es cierto. Sí, llueve, no ha sido un sueño. En el acto de despertarse parece que hay siempre una reminiscencia de algo intangible, como si regresáramos de un mundo paralelo. Pero la realidad, aunque su esencia sea tan discutida, nos acoge y nos convence, nos sitúa en su centro mismo: de lo contrario, nos perderíamos en un destartalado escenario de iluminaciones fugaces. Cómo sería la experiencia sin ese asidero de lo real.

sábado, 27 de septiembre de 2014

'En el estanque dorado'

Vi la película  hace más de 30 años, de Mark Rydell, interpretada por Katharine Hepburn y Henry Fonda. Entonces yo era joven, y apenas podía percibir los efectos del tiempo, aunque ya pude vislumbrar, como si mirara a través de la imaginación, un boceto de lo que ayer reconocí en la obra de teatro. Lola Herrera y Héctor Alterio son dos actores que interpretan de forma transparente, como si vivieran frente a nosotros en vez de hacerlo a través de un personaje. La vitalidad de Ethel y la amargura sarcástica de Norman se combinan para mostrarnos la línea de luz entre las sombras de la madurez. Cuál es el sentido de la vida cuando nos asomamos al abismo. Quizás el sentido de la vida es el presente condensado en la memoria, que nos delata y nos define: somos lo que hemos sido, porque ya queda menos, y lo que podemos hacer es ya bien poco. Ahí está Norman, buscando en los anuncios del periódico algún trabajo ocasional que sabe que es irrealizable. O cuando va a buscar fresas al bosque, y ha de regresar corriendo porque es incapaz de identificar lo que ve. La protección que nos da la otra persona se convierte en una prolongación de nuestras posibilidades, y así el final puede ser hermoso, melancólicamente.

'En el estanque dorado' ('On Golden Pond') de Ernest Thompson

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Algunos versos de 'Fragmentos de un evangelio apócrifo'

7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.
10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.
11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.
12. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.
27. Yo no hablo de venganzas ni de persones; el olvido es la única venganza y el único perdón.
30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.
34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar...
47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.
51. Felices los felices.

(Jorge Luis Borges)

El Ángel de Budapest

 La decidida acción de un hombre salva la vida de 5000 judíos. Al ver la película me siento maravillado, como si hubiera descubierto un halo de luz a través de una rendija: con inteligencia y bondad se puede saltar por encima de la intransigencia y del horror.

Motivo: 'El Ángel de Budapest', película de Luis Oliveros sobre la vida del diplomático español Ángel Sanz Briz, que salvó a 5000 judíos en Budapest.

lunes, 15 de septiembre de 2014

'Es necesario decir adiós a tantas cosas'

'La espesa estructura de los días': la frase se me queda prendida en algún lugar de mi cerebro, y no acierto a saber por qué la he invocado. 'Los días espesos' me sugiere una formación extraña, como un bosque de tiempo que hay que cruzar a la fuerza. Son las maquinaciones del entendimiento,  que a veces me da la sensación de que a partir de un instante determinado de la madurez se gobierna a sí mismo, como si yo estuviera más cerca de mi cuerpo que de mi mente.  Es una sensación que me ha sobrevenido de pronto, pero que me ronda desde hace algunos años. Durante la juventud el cuerpo es transparente. Lo utilizamos sin apercibirnos de su flexibilidad y de su eficacia: nos lleva a cualquier parte sin cansancio, y si hay un contratiempo se sale de él o se supera sin que importe demasiado un esfuerzo adicional. Ahora, en cambio, cualquier pequeño esfuerzo suscita dudas o requiere de una concentración excesiva, y el entendimiento es consciente de que ha de cuidar del cuerpo con delicadeza para que no se agote anticipadamente. La pesada estructura de los días; es necesario decir adiós a tantas cosas. Pero duele mucho hacerlo.

Motivo: Lectura del poema 'Dice adiós a su juventud' de Eloy Sánchez Rosillo.
'Ya desde el mar, en la cubierta de la nave / que otros aparejaron, miro esa costa aún no lejana /...../Es necesario / decir adiós a tantas cosas.'

No es tan fácil conseguirlo

Hay un simbolismo tan curioso en el poema 'En busca de trabajo' de Raymond Carver, que al leerlo se sienten las palabras como si fueran a la vez palabras e imágenes. "//Siempre he querido trucha de montaña / para desayunar. // De repente, encuentro un sendero nuevo / a la cascada. // Empiezo a darme prisa. / Despierta, // dice mi mujer, / estás soñando". Al imaginar el deseo de Raymond Carver empiezo a relacionar imágenes personales, que están ahí, en un revoloteo permanente, esperando el momento preciso para salir de su escondite. Mi abuelo encendía un fuego suave en el hogar de la cocina, con leña de almendro, y sobre las brasas colocaba un arenque en salazón, que enseguida despedía un aroma que inundaba la cocina. Yo merodeaba por allí, en mi infancia, y aquel olor está ahora en mí, como si fuera la trucha de Raymond Carver. "Pero cuando intento levantarme, / la casa se ladea. // ¿Quién está soñañdo? / Es mediodía, dice ella. // Mis zapatos nuevos esperan a la puerta. / Están relucientes". A veces queremos algo que parece fácil de conseguir, pero que no lo es, desgraciadamente.

Motivo: Lectura de 'En busca de trabajo (1)' de Raymond Carver, Bartleby, traducción de Jaime Priede,

sábado, 13 de septiembre de 2014

Papeles viejos que recupero al azar

Leo el periódico al lado del mar, sentado sobre una roca, y a la sombra, porque hace mucho calor aún, a pesar de que estamos a mediados de septiembre. Al girar las hojas me acuerdo de mi abuelo, que leía el periódico sentado a la mesa de la entrada de su casa, que era también mi casa de la infancia. El mundo entero en el periódico, las noticias que se suceden en un orden dispuesto por tradición: la portada con la fotografía de Andrew Milligan, en la que se ve a una mujer cargando las urnas para el referéndum sobre la independencia de Escocia del día 18; la entrevista al escritor Philip Kerr, que expresa sus convicciones acerca de lo que ocurriría si ganara el ; un artículo de Rodrigo Fernández acerca del recurso que va a interponer Rusia por las sanciones ante la Organización Mundial del Comercio; noticias económicas; noticias deportivas; las viñetas de Forges y de El Roto: todo dispuesto para que nuestro entendimiento sea capaz de elaborar un relato acerca del Mundo que sea coherente y, en lo posible, real. ¿Puede ser coherente y real lo que vamos leyendo cada día en un periódico de papel? Tengo la sensación de que la lectura en el papel tiene unas connotaciones diferentes que la lectura en una pantalla. Tocamos las palabras como si fueran pulpa de algo conocido, no símbolos que de golpe desaparecen para siempre. En el desván de la casa de mis padres hay recortes de periódicos que conservo desde hace muchos años, y a veces les sacudo el polvo a cualquiera de ellos, al azar, y leo por lo menos el titular. ¿Por qué quise conservar este artículo, me pregunto? Es una hoja de periódico que ha sobrevivido a décadas de olvido, y que recobra vida al ser leída de nuevo. Así es buena parte de la experiencia que nos constituye: un conjunto de ingredientes que yacen en el desván del entendimiento y que hay que desempolvar de vez en cuando. Cada noticia del presente será un fósil en el futuro, pero el papel me ayuda a organizar mis hitos personales como si fueran mojones de un camino que es el camino de todos, un camino que atraviesa el Mundo sin fronteras, por mucho que las queramos colocar nosotros, apresuradamente.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Hacia una felicidad acrítica

El nacionalismo es una búsqueda de seguridad. Es tranquilizador. Combina una serie de ingredientes que ayudan a sentirse a gusto con los que están ahí, muy cerca. Es una religión civil, capaz de ofrecer consuelo para el futuro: en vez de un cielo, la seguridad de que viviré rodeado por los míos. Una especie de infancia del entendimiento. La gran manifestación de Barcelona de ayer, la gran V, fue un acto estéticamente bello, que ofrecía la esperanza de la armonía definitiva: la independencia. Los pocos que osaban salirse de lo establecido tenían que justificarse: en un debate posterior en TV, una persona que se apartaba de lo dicho por los demás sentía el peso de la disidencia. Se le notaba. La República de Platón quizás es el reverso de cualquier ideal de felicidad acrítica.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El significado de las palabras 'memoria' y 'olvido'

Se comenta que existirá a partir de ahora el derecho al olvido, como si Google, este registro inmenso, fuese una memoria verdadera. Pero memoria y olvido son palabras que nos remiten a algo mucho más profundo. Ningún buscador de internet tiene memoria, porque una memoria elabora y relaciona datos e imágenes, y con la ayuda del entendimiento es capaz de iluminar conocimientos y sentimientos. Ni siquiera lo que cada uno de nosotros hace durante un día completo, ni siquiera la enumeración de nuestros actos uno a uno, constituye memoria alguna que pueda dar a los demás una indicación sobre la conciencia de alguien. Es justamente lo que hay en las profundidades de esta enumeración lo que da sentido a la memoria humana, y lo que la hace expresamente humana. Y tan sólo esa memoria individual es capaz de apelar al olvido, a su olvido único e impenetrable. En internet las palabras se transforman con mucha rapidez, pero esta transformación no debe impedirnos calibrar con limpieza el peso exacto de la memoria y del olvido.
 

Un instante de lucidez

Un instante de lucidez puede suscitar un pensamiento o una emoción, aunque quizás van asociados, porque una emoción es un pensamiento con ramificaciones hacia lo más profundo del ser humano. La fuerza de una revelación súbita reside en su manera de descubrir lo que nos rodea.

Motivo: Lectura del poema 'Bancarrota' de Raymond Carver. Sus dos últimos versos
Today, my heart, like the front door, / stands open for the first time in months.
Hoy, mi corazón, como la puerta delantera, / está abierto por primera vez desde hace meses.
(Bartleby Editores, traducción Jaime Priede)
son un descubrimiento súbito que para el lector operan como una alegría que contrasta con el título Bancarrota.


martes, 9 de septiembre de 2014

Fotografía de mi padre

Yo también conservo una fotografía de mi padre, prendida en la ventana de un armario. Está sentado, con una pierna sobre la otra, la mirada atenta a lo que hay a su alrededor. La fotografía detiene el tiempo en un instante que se convierte en eterno, aunque su naturaleza es equívoca, porque al detener el tiempo la imagen no se queda ahí sola, sin relación alguna con el mundo, sino que colisiona con las imágenes sucesivas de mi padre, las que lo conformarán en el futuro. Nunca más mi padre fue el de la fotografía. Se convirtió en otro, y en otro, y en otro. Me conmueve la comprobación de la fugacidad. ¿Cómo es posible que sólo haya vagos recuerdos de una existencia de la que procedo yo? 'Toda su vida mi padre quiso ser un tipo seguro', pero lo delata su mirada inquieta, y su manera huidiza de sentarse. Uno se deja llevar por impresiones que proceden de las fotografías que conservamos, como si fueran mojones del camino. Quizás sea lo único real, aquello que podemos confrontar con la memoria. Su fuerza, la fuerza de las fotografías, quizás está en esa combinación de verdad y nostalgia que nos transmiten.

Motivo: Poema 'Fotografía de mi padre en su vigésimo segundo aniversario', de Raymond Carver

domingo, 7 de septiembre de 2014

Empiece de un domingo de verano

Cuando sales al balcón, el sol empieza a clarear la ciudad. La densidad de la luz, en verano, parece que convierte las cosas en reales, sin esa indefinición en que a veces nos sume el entendimiento. Sin duda existe todo lo que ves, y aunque tú no estés seguirá existiendo, con independencia de ti, de tu mirada, de tu tacto, de todos tus sentidos. Sales con M por la ciudad, y llegáis al puerto, y andáis un rato al lado del mar. Como hace ya demasiado calor, os abrigáis en la terraza de un bar, y tomáis café, y entonces podéis celebrar lo que os rodea, y sentirlo, no sólo con los sentidos sino también con la imaginación. Pasa mucha gente en bicicleta, y a pie, y algunos incluso corren, enfrentándose al sol, sudorosos. En la ciudad coexisten las miradas posibles, y no sobra ninguna de ellas: las primeras horas de un domingo de verano son un canto a la diversidad. Las palabras dichas y las oídas son la  transformación de los gestos en conciencia: hablamos de lo que haremos en septiembre, de ese piso que acabas de ver en internet y que te gustaría alquilar, en Madrid. Yo escucho con esa especial emoción con que intento siempre acercarme a tus proyectos, aunque a veces esté lejos, por mi edad, pero muy cerca por mi deseo de sentir que viajamos en el mismo deseo de alegría. La ciudad vive en nosotros, pero nosotros la hacemos, en esta mañana de domingo, como si la descubriéramos a ella y a cada uno de nosotros, simultáneamente.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Lo que sabemos de los demás

El poema 'Tu perro se muere' de Raymond Carver es un recorrido por la conciencia de una persona que observa y que intenta saber lo que pasa en el corazón de su hija, que quería tanto al perro, aunque la hija parece que aún no lo sabe, porque la mujer que grita es una mujer y no una niña. Esto es lo que deduzco, porque en los últimos versos 'ella grita de nuevo, / te preguntas cómo va a terminar esto'. La hija quizás esté en el colegio, o en la casa de una amiga. ¿Cómo reaccionará al saberlo? En el poema la muerte del perro es un símbolo acerca de la manera conocer el corazón de nuestros semejantes, de saber algo que de no ser por la muerte del perro seríamos incapaces de descubrir. Nada es predecible, quizás, y tan sólo una sucesión de acontecimientos nos permite averiguar lo que somos y cómo pensamos. Las personas somos lo que nos ocurre, y cómo reaccionamos. Para algunos elegidos la soledad absoluta es la única manera de buscar la trascendencia. Sin embargo, para nosotros la manera más profunda de sentirnos personas humanas es indagar en lo que nos une y nos separa, en vez de buscar a los hipotéticos dioses.

Motivo: lectura de 'Tu perro se muere' de Raymond Carver

jueves, 4 de septiembre de 2014

El desembarco de Normandía

El día D fue un hito de la historia del Mundo. Los cazabombarderos, los tanques, miles y miles de soldados muertos: la confusión es absoluta. Eisenhower llega a Francia para evaluar los resultados, comparte el rancho con los soldados. Hay que tomar Cherburgo cuanto antes, dice. Churchill habla con Montgomery. Los alemanes bombardean Londres con las V1 y V2. De Gaulle es vitoreado por los franceses de los pueblos de Normandía. Hitler convoca a Rommel, que le indica que lance las V1 en las playas. Samuel Fuller, que llegará a ser un notable director de cine, se lava en un río, cerca de manzanos y de vacas. Un soldado inglés se lamenta de haber matado a un alemán. Siempre he sido contrario a la violencia, dice, compungido, y ahora he matado a un buen chico, un chico que era querido por otras personas humanas. Habla Bill Smith, soldado de la 79ª División de Infantería. Sus palabras se pierden entre el ruido de la metralla. Una vieja vestida de negro atraviesa las calles de su pueblo mientras caen bombas por todos lados. El alemán Karl Hohmann dice que no tienen más remedio que rendirse, y quiere que los norteamericanos sigan bombardeando para que sus mandos no les tomen por cobardes. Un francés advierte: los alemanes han traído muchas enfermedades venéreas. Hay francotiradores emboscados que frenan el avance de los aliados. Las dos primeras semanas de junio son atroces. Hay que cortar los setos para seguir avanzando. Llegan a Saint-Lo, la capital en ruinas bombardeada y destruida por completo. Los aliados tardan 40 días en tomar Caen: han sido necesarias 10000 toneladas de bombas para ganar 10 km. Rommel es herido de gravedad en una carretera, pero Hitler sobrevive a un intento de asesinato. La futura escritora Benoîte Groult, estudiante de París, se queja de que la providencia  haya salvado al dictador. Hélen Martin, esposa del teniente Martin, de la Gendarmería de Caen, mientras la luz solar le ciega, recibe la terrible noticia de la muerte de su marido. Los paracaidistas por fin descansan. No han parado desde el dia D. Los alemanes fusilaron a muchos de ellos. El ejército alemán es consciente de que todo está perdido, pero no se rinden, y aseguran que 'vamos a seguir defendiendo nuestra patria'. Patton se instala cerca de Saint-Lo, al frente del Tercer Ejército. Me siento orgulloso de estar aquí con vosotros, dice, con su célebre ímpetu, y cuando lleguemos a Berlín yo mismo le pegaré un tiro a ese hijo de perra de Hitler. Los alemanes pierden todos sus tanques, uno a uno. La victoria de los aliados es inapelable, y empieza el camino hacia París. Kay Summersby, chófer de Eienhower, dice que hay cadáveres de caballos entre los cadáveres de los soldados, y que el olor es nauseabundo. Unas niñas regalan un ramo de flores al General Eisenhower. Mientras los aliados avanzan para liberar París, los parisinos se enfrentan a los 20000 alemanes que aún tienen la ciudad en su poder. Flora Groult, estudiante, hermana de Benoîte, dice que a las jóvenes que se han relacionado con alemanes las señalan con el dedo y se las somete a escarnio público. Una mujer de mediana edad se resguarda de las balas detrás de un monumento, mientras con la mano derecha sujeta el manillar de su bicicleta. ¿Ya arde París?, pregunta Hitler. De Gaulle ha de impedir que tomen el poder los estalinistas, y es aclamado por los parisinos cuando empieza a desfilar, a pie, rodeado de soldados. El ejército parece el ejército de los pobres, dice Flora Groult. De Gaulle continúa caminando hacia Notre Dame, aclamado por la multitud que se agolpa en la aceras y en la calles. Suenan disparos desde lo tejados, pero el General De Gaulle camina con una entereza admirable . La gente se pone a correr. El tiroteo causa víctimas y heridos. La 4ª Division de Infantería entra en París. Benoît Groult se alegra muchísimo. Es como si hubiéramos estado enfermos durante años. La vida es bella, todo va a ir bien. Llega Eisenhower, y Kay, su chófer, le dice: parece que estoy viviendo un sueño. 200.000 aliados, 200.000 alemanes y miles de civiles murieron como consecuencia del desembarco. Un soldado y una chica, ambos en bicicleta, recorren con felicidad los Campos Elíseos.

Motivo: 'Sacrificio', documental en la 2 sobre el desembarco de Normandía, de Isabelle Clarke, Daniel Costelle y Frederic Lumiere.

El reconocimiento de lo esencial

Al entrar en un mercado de frutas y verduras tengo la sensación de que la mirada se enriquece de golpe, como un milagro. Unas acelgas humildes, unos tomates verdaderos, unos pimientos verdes, unos melocotones vitales, una prometedora coliflor: todo lo que aparece delante de nosotros es un estímulo para gozar de la vida. Tengo mi parada preferida, cómo no, la de Miquel, pero no desdeño las otras, porque en cada una hay algo que me atrae. Hoy he comprado los tomates y las acelgas en una parada y las berenjenas en otra, y he dejado la fruta para otro día, quizás mañana, porque aún me queda uva en el frutero. Me gusta merodear por el mercado como si fuera una de mis actividades más preciadas, porque conecto con lo más básico de la actividad humana, aquello que me transmite el calor de la materia de la que nuestro cuerpo se nutre para convertirse en entendimiento y conciencia. Cómo no disfrutar de la vida, si lo esencial es tan accesible, si está ahí, a la vuelta de la esquina, esperándonos. Qué extraños mecanismos nos alteran con frecuencia nuestra existencia, teniendo tan cerca lugares asombrosos para vivir con alegría, como un mercado en el centro de la ciudad, que es capaz de ofrecernos a un precio asequible los mayores tesoros de la tierra. ¿El oro metafórico o real, algún deseo estrafalario, lo que casi siempre nos deja insatisfechos? No, nada de eso: simplemente frutas y verduras, la materia sin vanidad de un manojo de acelgas y una patatas, que ya cocino mentalmente una hora antes de regresar a casa: hervidas a fuego suave y luego salteadas en aceite de oliva virgen y unos ajitos. Al salir, en la plaza, como si todo quisiera contribuir a este momento de alegría, hay niños que juegan, y hombres y mujeres que conversan plácidamente, sentados a la sombra de los olivos. El verano se ha remansado, y hay en el aire un recuerdo de tomillo y de romero, como un resumen del mercado que nos evoca la naturaleza, el centro de la humanidad, perennemente.

Motivo: Mercat de l'Olivar, Palma

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Austeridad

En mi infancia apenas había diferencia entre el nivel económico de las familias del pueblo. Todos vivíamos aproximadamente igual. Había pequeñas diferencias, claro que sí, pero no eran importantes. Por ejemplo, yo tenía un amigo cuyos padres compraron un televisor dos o tres años antes que mis padres, pero la madre de mi amigo no se jactó nunca delante de mí de que ellos tuvieran televisor y nosotros no. Incluso se podría decir que el televisor de la casa de mi amigo era 'para todos', porque en la casa había siempre un lugar para mí. El deseo de tener, de poseer, apenas existía, y lo agradezco vivamente. De alguna forma ha perdurado en mi entendimiento, y me alegro. Ahora, lo que nos iguala es el consumo, establecido definitivamente como una manera de vivir. Si el PIB no sube lo suficiente, una de las causas a las que se atribuye es a la falta de consumo de los ciudadanos. La palabra austeridad tiene en estos momentos una serie de matices que no se avienen con su significado original. Es una manera de entender nuestra relación con el mundo que nos rodea, y no tiene nada que ver con la pobreza. Pero muy pocos se atreven a defenderla como modo de vida. Mientras tanto, consideramos como normal la desbordante sucesión de excentricidades costosísimas que aparecen día tras día en las noticias, y nuestros gobiernos recortan en educación y en sanidad, que es en lo único en lo que no habría que recortar nunca.  

Un silencio especial

Nos fuimos S y yo con el hámster cuidadosamente envuelto en un trapito blanco. El viaje hasta Sa Garriga fue ya parte importante de la ceremonia. Ella no decía nada, con el hámster entre las manos, pudorosamente quieta en el asiento, la radio apagada. El silencio era la única manera de dar sentido a la pequeña historia que compartíamos. Aquel hámster era el que había vivido más. Los dos habían estado no sólo en la jaula, realizando acrobacias en la pequeña noria, sino en el comedor, casi libres, hasta el punto de que muchas veces había que buscarles en la panza del sofá. Después de aparcar el coche yo cavé un hoyo no muy profundo debajo de uno de los pinos, S colocó cuidadosamente el hámster en el hoyo, y ella misma lo tapó con la tierra húmeda. Regresamos con un énfasis especial en mantener el silencio.

Motivo: lectura del poema 'Tu perro se muere' de Raymond Carver

martes, 2 de septiembre de 2014

La compañía silenciosa de los árboles

A ambos lados de la autovía, en las afueras de Sa Cabaneta, los pinos se arraciman como si quisieran ayudar a los viajeros a sentirse arropados por la dulzura residual del paisaje. Los árboles nos reciben como si nosotros les conociéramos desde siempre. Los pinos de la autovía, los pinos que hay enfrente de la iglesia de Sant Marçal, los esforzados almendros del Camí de Marratxinet, o los lejanos -supervivientes en la memoria- chopos de la Ribera del Duero, cerca de Roa y de Berlangas, me acompañan para susurrarme detalles de lo que he vivido o de lo que me espera. No he perdido nunca ese afán de sentirme vivo al lado de un árbol, de saber que hay algo más que un árbol a mi lado: quizás una manera de estar, una sabiduría de la permanencia. Hace unas semanas, la visión de un gran tilo, en el patio de Son Brondo, me emocionó como si fuera un amigo con el que me reencuentro después de décadas de separación. Y automáticamente, quizás por contraste, mi memoria me regala la imagen del humilde níspero que había en el corral de Can Velos, la casa de mis viejos abuelos paternos. Aún lo veo, envuelto en la luz cegadora de esta tarde de verano.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Calles de antes y de ahora

Paseo con I. por el centro de la ciudad. La calle Sindicat era un lugar de encuentro de la gente que venía de los pueblos, y ahora es otra cosa, ya que la uniformidad de las costumbres no permite distinguir entre la gente de los pueblos y la de la ciudad. Aquel olor de panadería, de especias, de flores en las ventanas, ya no existe. No es nostalgia: es la constatación de un hecho, aunque es posible, sí, que haya nostalgia en mi recuerdo. Yo era demasiado pequeño, y ahora soy demasiado mayor, como si en el pasado hubiera vivido de otra manera, o como si aquellos tiempos fueran tiempos tan alejados del presente que se parecen a un fósil sobre el que hay que investigar concienzudamente para poder entresacar algo. Cuánta inseguridad nos agrede, aprovechándose de nuestra indefensión. La vida de una persona no puede ser contada, porque ni uno mismo la conoce. Cualquier aproximación es un fiasco seguro. Y con más razón aún le ocurre a una aglomeración urbana. Las calles de la ciudad en la que vivo se desparraman en el tiempo como si el tiempo fuese un acantilado, y en su lugar aparecen otras calles desconocidas. Mi razón me dice al oído que son las mismas calles, pero no es cierto. Cómo va a ser esta calle la misma que cuando yo paseaba por ella con mi abuelo.  Pero de la superposición de historias en el tiempo ha de surgir el corazón herido, y el acervo sentimental de cada uno de nosotros. Y esto es lo que somos, limpiamente.

Motivo: la calle Sindicat, Palma de Mallorca, 1/9/2014