viernes, 20 de mayo de 2016

La responsabilidad de decidir

‘El acto voluntario y el acto libre’ fue la pregunta de filosofía en mi examen de reválida de sexto de bachillerato. Siempre he recordado la pregunta, pero no lo que respondí. Pienso que es muy difícil que a los quince años uno pueda saber algo sobre estas cuestiones, aunque el profesor que se lo haya explicado sea muy bueno. ¿Cómo podía un profesor de filosofía explicar a sus alumnos el acto libre en aquellos años en que no había libertad en España? ¿Quién fue exactamente el profesor que tuvo la idea de preguntarnos eso, y cuáles debían de ser sus convicciones? Me gustaría haberle conocido, pero no entonces, sino veinte o treinta años después, y haber hablado largamente con él. El examen empezaba con el reparto de aquellos papelitos del tamaño de media cuartilla que contenían las preguntas, y que eran un modelo de trabajo hecho a conciencia. Encontré hace algunos años uno de ellos en el desván, en buen estado de conservación, con el color blanco del papel aún vivo,  y las letras de un negro intenso, como si acabaran de salir de la imprenta. ¿No resulta curioso que la papeleta de examen estuviera tan bien impresa? A mí me parece un indicio de que cuando vienen mal dadas siempre hay Alguien que no baja la cabeza, y que luchando desde dentro, de una manera callada y perseverante, consigue estimular la inquietud de los alumnos. En aquel papelito tan pulcro había un mensaje que Alguien había lanzado a los jóvenes de entonces: el acto voluntario es el acto libre, y ha de ser la aspiración de todo acto humano que pueda ser considerado como tal. Quizás ese Alguien fuese José Mª Valverde, superviviente en medio de aquella falsa quietud. El era el autor del libro de texto de filosofía, que he encontrado en la biblioteca, como si hubiera aparecido por arte de magia. Compruebo que no hay ninguna pregunta igual que la del examen, y que la más parecida es ‘El acto moral’, que se plantea como el acto voluntario que requiere ‘conocimiento, deliberación, decisión y ejecución en libertad’. Ahora tenemos muchas de las libertades formales que entonces anhelábamos. Los límites de nuestra libertad están fijados por las leyes de un Estado democrático, y ante cualquier duda de interpretación hemos de saber que nuestra libertad termina en los derechos de los otros. ¿Y quién es capaz de asegurar que tanto los jóvenes de quince años como los adultos de ahora somos más libres que entonces en el momento de enfrentarnos a la responsabilidad de decidir?