jueves, 9 de abril de 2015

Deuda

Lo publica hoy la prensa local: la Líder de la Oposición en el Parlamento de las Islas Baleares comunica a los ciudadanos que la deuda de la Comunidad Autónoma es de 9.000.000.000 de euros.

¡Nueve mil millones de euros!

¿Qué deuda dejó el gobierno anterior, al finalizar la legislatura, en el año 2011?
Al parecer la deuda era de 4.500.000.000 de euros.

¡Cuatro mil quinientos millones de euros!

Es decir, que según la líder de la oposición la deuda ha aumentado en 4.500.000.000 de euros durante los cuatro años de esta legislatura.
¡Se ha duplicado!

¿Son ciertos estos datos?
Si son ciertos, un cálculo sencillo nos permite calcular que se ha ido incrementando al ritmo de 3.000.000 de euros diarios.

¡Tres millones de euros diarios!

¿No deberían aclarar tanto el Gobierno como la Oposición si estos datos son verdaderos?

¿No sería mejor empezar a plantearse la necesidad de que el Parlamento diga la verdad y deje de ser un foro en el que las palabras apenas significan algo?


Motivo:
http://www.diariodemallorca.es/mallorca/2015/04/09/armengol-bauza-deja-deuda-9000/1013190.html




La puntita del embrollo

¿Cómo detectar la verdad de un hecho acerca del cual lo desconocemos casi todo? ¿Existe la verdad? Los casos de corrupción, ¿se aclaran del todo en los tribunales o tan sólo se logra sacar a flote la puntita del embrollo? A veces tengo la sensación de que lo que ocurre es siempre impreciso, y que la verdad a secas no existe, y en el supuesto de que exista es una máscara que se nos ofrece a medias, y ni aún así, y que por lo tanto es tan sólo una elucubración sin posibilidad alguna de desvelamiento. Incluso algunas fórmulas matemáticas son imprecisas, como en las apelaciones a los límites. ¿La realidad? ¿Qué es la realidad? Ah, pero no podemos desaprovechar la puntita del embrollo, que por lo menos nos acerca a las vísceras de un supuesto hecho del que queremos saber si ocurrió, y por qué ocurrió, y en qué circunstancias. Y ni hablar de olvidarnos de las fórmulas, que nos muestran resultados casi veraces, más allá del umbral de nuestras posibilidades.

(Diario de Algún Otro, 7) 

'Lo raro es vivir'

Cuando releo me doy cuenta de lo provechoso que es relacionar los momentos en que un libro nos gustó, o nos decepcionó, o quizás nos resultó indiferente. Siempre me ha gustado Carmen Martín Gaite, por la frescura de su prosa, que es muy precisa y desde luego poco pretenciosa. Cojo por azar 'Lo raro es vivir', una de sus últimas novelas, escrita cuando tenía casi setenta años, y me dejo llevar por los meandros de la protagonista, y por esa bella evolución de la autora, que a medida que iba escribiendo sus libros se iba acercando más y más a una visión profundamente juvenil de la experiencia. Las emociones de la joven de 'Entre visillos' se convierten en un pensamiento lleno de contradicciones vitales, las que se van produciendo a medida que vivimos y que hay que aceptar para ser lo que somos: una identidad múltiple que nos condiciona y a la vez nos ayuda a superar las dificultades. Sí, es posible que vivir sea una cosa rara, tan extraña como podría ser viajar permanentemente por rutas desconocidas que nos condicionan y a la vez nos empujan a avanzar. Su muerte repentina -o a mí me lo pareció- en el año 2000, me sobrecogió, porque siempre me la había imaginado joven.

Motivo: 'Lo raro es vivir', Carmen Martín Gaite

lunes, 6 de abril de 2015

Susan Sontag

De un rincón de mi biblioteca sale el libro Las 100 mejores películas, de John Kobal, Es una lista elaborada a partir de la opinión de una serie de personas relacionadas con el cine, que seleccionan 10 películas cada una. Susan Sontag es una de ellas, y me ha gustado mucho su comentario: "Estas son mis películas 'favoritas', todas las cuales, a mi juicio, no pertenecen a la lista de las 10 'mejores'"

Motivo: Las 100 mejores películas, John Kobal, Alianza Editorial, 1988

domingo, 5 de abril de 2015

El Encuentro

Sin habérnoslo propuesto ayer por la mañana vimos la procesión del Encuentro en el Portitxol:  Jesucristo y la Virgen encontrándose el día de Pascua, en una mañana soleada y limpia de abril. Ya casi en segundo plano, casi en el desván de mi memoria, los actos religiosos se me aparecen como leves recuerdos que se dejan acunar por una mirada de otros tiempos. Una creencia deviene lectura respetuosa de un libro que llevo siempre en el bolsillo y que con el tiempo adquiere significados variables, según haya evolucionado mi manera de mirar las cosas que hay a mi alrededor. Uno encuentra día a día huellas del pasado que se revitalizan o que dejan de interesar. Pero hay algo que me inspira piedad: la posibilidad de mirar siempre como si lo que veo acabara de ser encontrado por azar, con agradecimiento. 

sábado, 4 de abril de 2015

Charles Simic

Debajo de algunos poemas de Charles Simic mi hija traza dibujos que sirven para ilustrar el pensamiento que le suscita la lectura. Un ratón en la página 29, más adelante un lagarto sin cola,  y la cola entre los dedos de una mano. Qué poema éste del lagarto: en él se dice que los primeros hombres eran lagartijas, y que para comprobarlo basta con agarrar a una por la cola y ver cómo se desprende. El dibujo de mi hija y el poema se complementan con delicadeza, y me dejo llevar por las palabras y por el dibujo simultáneamente. Hay uno que me deja a un lado del mundo y que empieza así 'El muerto desciende del cadalso. Lleva su cabeza ensangrentada bajo el brazo'. El dibujo expresa lo que dicen las palabras como si sólo hubiese una interpretación, pero muy pronto atisbo otras, el dibujo y el texto hurgando en mi entendimiento para que éste encuentre soluciones contrapuestas al rompecabezas: el cadalso puede ser un símbolo y a la vez un cadalso verdadero. Quién puede saber algo, si saber es tan sólo constatar todo lo que se desconoce un poquito más allá de lo que está a nuestro lado. En la página 99 hay una jaula pequeña, y unas pàginas más allá un modesto cuadrado sin nada en su interior, lleno tan sólo de la placidez del papel, su blancura viva, como si el perímetro de la figura me permitiera vislumbrar el poema de arriba, en el que se recoge el fulgor de la luna.

Motivo: 'El mundo no se acaba', Charles Simic, edición bilingüe de Jordi Doce

La autovía al aeropuerto

Desde la autovía, de camino al aeropuerto, hablamos del significado del Domingo de Pascua, de la luna llena que nos alumbra con su luz becqueriana, de lo agradable de circular en coche sin apenas circulación. Cómo va a haber circulación si son las cinco de la madrugada. De repente, al dejar Cala Estancia a la derecha, aparece justo enfrente la iluminación del aeropuerto. Al acercarnos se nota un leve aumento del número de coches, y apenas hay sitio para aparcar delante de la terminal de salidas. Mi hija coge la maleta, y después de abrazarnos la veo cruzar el paso de peatones y damos cumplimiento al rito de despedirnos varias veces moviendo el brazo, ella caminando sin detenerse, mirando hacia atrás, en donde estoy yo, de pie, al lado del coche. En el trayecto de regreso, sin sobrepasar los ochenta por hora, enciendo la radio y la apago enseguida, porque prefiero sumergirme en la placidez del silencio de la madrugada, como si el ruido del motor del coche no pudiera alterarlo. Ir al aeropuerto y volver del aeropuerto, en días señalados y en días que se agitan en la memoria como hitos cuya trascendencia  forma parte de la historia personal. La luna ilumina con su manto de luz fría, intensa, casi en el límite de los sueños.

Descubrimientos

Cada vez que miro el jazmín, o el albaricoquero, o la morera, o el almez, puedo apercibirme de la experiencia de (intentar) comprender el mundo a través de la observación atenta de lo que hay a mi alrededor. Este año, por ejemplo, la morera ha verdecido antes, y el almez sigue con el invierno a cuestas, como los chopos de la ciudad, los escasos chopos que renuevan sus hojas como si llegaran siempre a destiempo: los chopos casi ausentes, cipreses desnudos, los chopos tan musicales luego, en verano, cuando se dejan llevar por el embat, con esa melodía que proviene del silencio de la contemplación, y de la levedad de lo que dura en nuestra memoria. Los árboles empiezan a ser mirados cuando nos damos cuenta de que observar es sentir despacio, muy despacio, un poco dejándonos llevar por la odisea de un descubrimiento personal. Mi madre asegura que ha podido escuchar el primer ruiseñor, pero quizás lo haya confundido con un mirlo.

viernes, 3 de abril de 2015

La naranja

Unos gajos de naranja, el sabor ácido de un placer que nos empuja a vivir. Ahora oigo una canción de Bob Marley, y en el horizonte hay nubes que se dejan arrastrar por un viento desconocido. He dejado unos gajos de naranja para mi hija, en un plato pequeño, sobre la mesa de la cocina. Hay más experiencia en el cielo cuando lo miro ahora que cuando era joven. Hay naranjas y nubes diferentes, y un melancólico afán por compartirlo todo, solidariamente.
(Diario de Algún Otro, 6)

jueves, 2 de abril de 2015

El hervor de los judiones

En agua desde ayer por la noche, los judiones se han vuelto grandes y brillantes, con esa promesa de plato verdadero que da lo que ha sido heredado con el esplendor de la tradición. Los compré en Madrid, en mi viaje de invierno. Antes de acostarme, ayer por la noche, los volqué en un bol de color blanco y los cubrí con agua. Ahora revolotean en la cazuela, con un poco de chorizo y tres pequeñas hojas de laurel. He cortado varias veces el empiece del hervor, engañándoles, y me ha parecido un homenaje a viejos familiares. Pero mi madre nunca ha cocinado este plato, me digo, así que la tradición de los judiones de Zamora la inicio yo. Qué silencio. No se puede predecir cómo va a salir un plato de judiones sin haber participado en las leyendas de los viajeros empedernidos. ¿Judiones de Zamora, de San Indefonso de la Granja, judías de El Barco de Àvila, fabes de Asturias? El lugar ha de ser reconocido entre algodones, sin alterarlo, dejándonos llevar por el gobierno de los sentidos. A mí me gustan todos, sin preferencia alguna. De la inocencia del gusto ha de surgir la parsimonia de la razón, que asiente complacida. Vuelvo a la cocina, en donde revolotean en su limpio hervor de gozosa promesa. Lo bueno es así: nutriéndose en la espera.

Jueves Santo

Una niña enciende los cirios apagados. La banda de música de su cofradía revela costumbre en vez de religiosidad, pero los asistentes parpadean como si acabaran de descubrir una extraña solidaridad entre ellos. A través de los agujeros de la tela blanca que cubre su cabeza puedo ver los ojos de un penitente. Cada encapuchado es diferente. Cuesta bastante apercibirse de ello, pero es notorio que cada uno me mira cuando yo le miro. Detectan la historia que intentan transmitir. ¿Por qué, por qué?, oigo a alguien a mi lado que le susurra a su acompañante. Yo me callo para no molestar. No hay brisa, no hay más que bandas de música que avanzan, y pequeños dioses multiplicados en sus nidos veniales, participantes envueltos en telas de colores que agitan sus manos con dificultad. Los pasos representan a un dios que recuerdo, aunque se pierde en mi memoria cuando lo miro fugazmente. El Hijo mira suplicante hacia un cielo vacío. Su mirada al cielo es una súplica de reconciliación con Su Padre: ¿Por qué me has abandonado? No sé si habrá otros pensamientos que me cojan del brazo y me lleven hacia el comienzo de algo nuevo, suavemente.