lunes, 19 de diciembre de 2016

Lo desconocido

Ir al aeropuerto de noche es como ir a la búsqueda de lo desconocido. Nunca sabemos cómo se va a producir el encuentro con la persona que vamos a buscar. Suele haber casi siempre retraso, y no se sabe si es preferible colocarnos cerca de una puerta o de otra. Bueno,  quizás esto es una manera un poco exagerada de hablar de algo concreto,  de un encuentro que más o menos se ha de mover entre unas coordenadas fijas. A veces recuerdo a mis abuelos.  Mis abuelos paternos no debieron ir nunca al aeropuerto.  Mis abuelos maternos, alguna vez. Qué sentirían ellos, qué percepción de un abrazo hubieran tenido. La experiencia es un aprendizaje que se va acumulando sin apenas conciencia de ello. Pero al fin y al cabo la calidad de la mirada a nuestro alrededor es una manera de explorar el corazón,  porque la vida consiste en aprender sin descanso a partir de vivencias programadas o no. Lo que sabemos acerca de nosotros es una sucesión de razones expuestas a la duda permanente, y a la indagación de lo que nos empujó a cada instante en una dirección u otra. Esperar en el aeropuerto es como indagar en el significado de la emoción que lleva incorporado el abrazo que llevamos dentro, y que saldrá en seguida.