lunes, 15 de febrero de 2016

La lluvia, de madrugada

De madrugada empezó a llover. Se oían los suaves crujidos de las hojas de la enredadera mientras se interponían en el camino del agua, y después, al cabo de un rato, los tejados goteando. Me volví a dormir con el arrullo de la lluvia, y al levantarme y salir al jardín hundí una rama seca en la tierra y comprobé que se adentraba varios centímetros sin dificultad. Así que la lluvia había sido provechosa, no un simple chaparrón, como otras veces. El cielo seguía completamente cubierto a media mañana, sin nubes diferenciadas, como si fuésemos a esperar más lluvia en las próximas horas. En el llano, los almendros tenían las flores limpias de polvo, y el blanco era suave como si la naturaleza las hubiera lavado pacientemente. Había gorriones bebiendo felices entre la hierba.