miércoles, 30 de septiembre de 2015

Recorridos

Lo que buscamos no se puede sustituir por lo que imaginamos. Lo verdadero no es una cualidad que pueda ser identificada, pero la intuición, que suele ir de la mano de la experiencia, nos suele ayudar. El artículo de Eduardo Mendoza en El País de hoy sobre el proceso independentista de Cataluña es a la vez un compendio de lucidez y de valentía.

martes, 29 de septiembre de 2015

La buena letra, de Rafael Chirbes

Las palabras que nos decíamos para acariciarnos el corazón,
La suciedad del miedo,
El sol muriente,
El olor áspero de las hojas de la higuera y el de las plantas de tomate

Son frases de la novela La buena letra de Rafael Chirbes que acabo de leer de un tirón, casi sin parar un solo instante. Son 55 fragmentos cortos que nos dejan una sensación de tristeza dura. Un bosque áspero de árboles difíciles de armonizar en una prosa limpia, que hurga en la vida como si la literatura no fuese más que vida.

Imágenes de Jaurrieta

Jaurrieta, en el Pirineo de Navarra, es una puerta a los hayedos de Irati. Durante una semana he caminado entre los árboles, respirando el aire frío de las mañanas, y gozando de los paisajes abiertos de la alta montaña, que a veces nos sugieren la vitalidad de la naturaleza que parece que está sola, y que al recibirnos nos acoge con una especial intimidad. Ya de regreso, mientras tomo café en el Bar de los Franceses, el mar abierto se convierte de repente en algo nuevo, al recordar los hayedos de Irati, el esplendor de una tierra densa, llena de árboles, de ríos, de pantanos, y de montañas. Y también de buena comida, y de generosidad. En el hostal nos han atendido como si fuésemos de la familia, o como si nos conocieran de toda la vida. Unas judías verdes  coronadas por un puré de patatas pueden ser un plato insuperable. Una copa de vino tinto al atardecer, y una conversación liviana con los amigos, no sólo animan el cuerpo sino también la imaginación. Y después, el regreso es la condensación de lo experimentado: el mar que tengo justo enfrente me empuja a revivir unas imágenes recientes que han echado raíces dentro de mí: los buitres, las montañas, las vacas, las ovejas y los caballos pastando, el aire frío de las mañanas que me ha dejado un sabor de comienzo. Quizás lo que perdura en la memoria es tan sólo un esbozo de lo que hemos visto. Pero es suficiente, porque es una revelación de lo que merece ser recordado.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Vencejos, no gorriones

Salgo al jardín con la esperanza de que los gorriones no hayan desaparecido del todo. ¿Cómo es posible que haya tan pocos gorriones? Aún recuerdo los gorriones de Berlín; en Londres, sin embargo, según he leído, casi no hay. La observación atenta nos permite darnos cuenta de los cambios, aunque la costumbre puede actuar como una venda. Mientras miro, sentado en una silla, los árboles quietos, sin una rama que se balancee impulsada por algún pájaro, me fijo en que, por fin, pasa un vencejo, con esa rapidez característica que parece creada de la nada. En Castilla la Vieja se les llama aviones, a los vencejos, aunque son pájaros diferentes: los vencejos son negros y los aviones tienen el vientre blanco. En Palma, por las tardes, en la calle Concepción, los vencejos van de un lado al otro de la calle, entre los aleros, con ese silbido característico. Cómo se puede entender la experiencia sin hacer caso a lo que parecen detalles secundarios, y sin embargo son mucho más que eso: son la vida. El vencejo sigue dando vueltas y cambiando de dirección de una manera sorprendente. No vuela formando circunferencias, sino en líneas quebradas que forman elipses o aros o reminiscencias de una huida. Puede que sean varios, aunque no consigo verlos a la vez, como en la ciudad. Y sin embargo no consigo ver ningún gorrión, aunque quizás en los pinos de enfrente intuya que los trinos entremezclados que ahora se oyen puedan ser de gorriones, que prefieren los pinos a la morera o al almez. Hay algodones muy finos en el cielo azul, de ese azul que no es azul del todo, como si la dispersión de Rayleigh estuviera empezando tímidamente.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Asistir a la amanecida

Asistir a la amanecida, ser testigo de la llegada lenta de la luz, abrir las persianas, la lámpara de la habitación reflejándose en el cristal de la contraventana, el silencio de la calle aún más acentuado de lo normal porque hoy es sábado, sentir que los árboles están ahí, justo detrás, refugiados en la oscuridad, inmóviles, pero dispuestos a ser reconocidos de improviso, dejarse llevar por la constancia de esta atmósfera de preparación, que es a la vez misteriosa y segura, apreciar este latido de las cosas que se refugian en sí mismas cuando el día está a punto de empezar, anticiparse con la firmeza del entendimiento a lo que se va a convertir dentro de poco en este tránsito de la oscuridad a la luz, y recibirlo como un don, suavemente.   

(Diario de Algún Otro)

jueves, 10 de septiembre de 2015

La injusticia y el desorden

¿Cuál es la causa y cuál el efecto? ¿La injusticia produce desorden? ¿El desorden produce injusticia? Las dos relaciones son posibles, pero su diagnóstico depende de si lo analiza una persona que defiende la libertad por encima de la seguridad, o al contrario. Te quitas la venda de los ojos si alguien te pide unas monedas para comprar un bocadillo. Caminar por la ciudad es entrever el mundo que se oculta por debajo de la superficie. Quizás sólo se entienda la vida al observar que la injusticia es el origen de los conflictos.

a Manolo, de quien siempre aprendo 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Madrid, una ciudad.

Una ciudad es un conjunto de vivencias que nos empujan a recorrerla con mayor o menor intensidad, según las sensaciones que experimentamos al relacionarnos con sus habitantes. Las vivencias pueden ser de un pasado alejado o inmediato, y nos lanzan al presente como si se reflejaran en él cada una de las emociones vividas, sean alegres o tristes, profundas o superficiales. La amabilidad del carnicero, que no da ninguna importancia a la calidad del solomillo de ternera que corta con esmero; la alegría del frutero, que reparte melones de dulzor asegurado; la educación de los ciudadanos que al llegar el autobús respetan con rigor el orden para entrar; la generosidad de los amigos, que te invitan a comer y no quieren de ninguna manera que te vayas de su casa; la simpatía de los compañeros de viaje del metro, o por lo menos de aquellos con que hablas; la diligencia de los empleados de la copistería, a los que has de exigir, insistentemente, que hagan el favor de cobrarte el importe del trabajo que te hicieron hace varios meses: la ciudad es el entrelazado de lo bueno que ofrece la sociabilidad humana. También hay aspectos negativos, pero para qué resaltarlos, si uno desea sobre todo absorber lo bueno, lo positivo, aquello que nos hace sentir que la vida es lo que merece ser disfrutado. Es una pena no poder asistir a la exposición de Vivian Maier que se inaugura esta tarde.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Blow-up

Azul cuatro tres nueve. Cambio. El Fotógrafo regresa en su descapotable después de fotografiar en el parque a una pareja de enamorados y de haber comprado una hélice en una tienda de antigüedades. En el parque he hecho una foto que rebosa paz, estoy harto de las fotos, quisiera tener montones de dinero para ser libre. Unos manifestantes con sus pancartas: Vota Paz, y no Guerra. Una calle muy larga, el número 39, una cabina telefónica de color rojo. Londres. La mujer fotografiada le alcanza en el instante de entrar en su casa, el número 39 de la calle solitaria, el estudio. ¿Una copa? ¿Por qué son tan importantes mis malditas fotografías? La luz era fantástica esta mañana en el parque. La vida privada de la mujer es un desastre, y las fotos acrecentarían este desastre. Tendrá sus fotografías, y siempre cumplo mi palabra. Suena el teléfono. Un discurso contradictorio del Fotógrafo. Esas cosas del cine de aquellos años, supongo. Preste atención a esto. Y suena una música. No, no se mueva. Y la mujer le pide un poco de agua. Coge la cámara y sale. No, no sale, no lo consigue. Cuando empiezan a desnudarse llega la hélice. Al menos dime tu nombre, tu número de teléfono. Y al irse, ahora sí, ella le dice Gracias. El Fotógrafo empieza a revelar el carrete. La luz roja. La lupa. El negativo. Una señal con el lápiz. La ampliadora. La cubeta de agua. Los dos enamorados en el parque. Las dos fotografías son observadas con música de fondo. Al acercarse con la lupa, se ve una cosa extraña cerca de la verja. Más fotografías, clavadas con chinchetas a la pared. La mujer corre hacia el Fotógrafo. Hay un misterio en las imágenes que no somos capaces de entender. Las fotografías en blanco y negro parece que no muestran más que las esquinas de la realidad. La habitación se va llenando poco a poco de las fotografías del parque. La pareja que se abraza. Y entre los arbustos alguien apunta con una pistola. ¿Nos lo imaginamos? El Fotógrafo llama a Ron y se lo cuenta. Ha ocurrido algo fantástico. Acaban de llegar las dos tontas que quieren ser modelos. Se visten con la ropa colgada, se desnudan y se pelean y quizás todo es un juego. Pero él, el Fotógrafo, sólo mira las fotos del parque. Hay que seguir revelando fotografías, o ampliando detalles. Su obsesión aumenta. Es de noche cuando sale del estudio y regresa al parque. Camina con precaución, a la búsqueda de lo que le hace descubrir el sentido de la fotografía. Hay alguien tendido detrás de un matorral. Es el hombre que se abrazaba a la mujer. Pero el espectador recibe un aviso: lo que ve el fotógrafo es únicamente lo que imagina que ve. Regresa a casa. Música. Ésta es la escena que recuerdo, cuarenta años después, cuando vi la película por primera vez, en Barcelona. El concierto en el que uno de los ¿músicos? rompe la guitarra es un absurdo revuelo de marihuana, una mentira ridícula. Todos aquellos, si se miran retrospectivamente, se reirán de sí mismos hasta la extenuación. El cine de aquellos años es de una ingenuidad que hoy en día me sorprende. Entonces no me daba cuenta, por supuesto. Ahora sé que la película avanzará sin remedio hacia la gran escena final del partido de tenis.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Santiago Carrillo, por Paul Preston

¿Por qué los hispanistas ingleses consiguen explicar nuestra historia con tanta claridad? En las biografías, iluminan la vida del biografiado y a la vez la de su entorno, y nos permiten entender los hechos más oscuros de nuestro pasado. La biografía de Juan Negrín, de Gabriel Jackson, que leí hace algún tiempo, y la de Santiago Carrillo, de Paul Preston, que estoy leyendo ahora, me han aportado un conocimiento mucho más completo que otros libros sobre la España más reciente. Para siempre me habrá quedado esta simpatía que siento por Juan Negrín, la peripecia de un hombre noble que quería a toda costa modernizar la vida de nuestro país desde el trabajo y la inteligencia. La desmitificación de Santiago Carrillo, su implacable destreza para dirigir el Partido Comunista, nos remiten a un político que atravesó el siglo XX con una fuerza inaudita. Carrillo tenía muchas cualidades, pero la lealtad y la honestidad no figuraban entre ellas, escribe Paul Preston. Todo lo que cuenta en el libro es el resultado de una paciente investigación, que le sirve al autor para ir desmenuzando una a una las actividades que realiza el joven político, las raíces que harán de él con posterioridad el implacable estalinista que gobernó el partido con mano de hierro, sin compasión alguna con los disidentes. "Si este Gobierno, entregado a las derechas, no rectifica, serán estas Juventudes las que asalten el poder, implantando su dictadura de clases", dijo en un célebre discurso ante 80.000 asistentes, en Madrid, ¡a los 19 años! Avanzo en la lectura del libro como si fuera un delicioso festín de la inteligencia que el hispanista deposita en nuestras manos para que comprendamos con más lucidez la historia del siglo XX. ¿Por qué los hispanistas nos muestran tan a las claras nuestra historia reciente? Quizás porque el historiador inglés no se inventa nada, ni se imagina nada. Quizás tan sólo bucea en sus investigaciones, y extrae consecuencias de su lógica interna. Los hechos hablan por sí mismos, aunque hace falta lucidez para establecer con precisión las relaciones causales que se ocultan en la frialdad de los documentos.   

Lo más humilde nos llama

La higuera está repleta de higos, los almendros sobreviven después de dos meses de calor: el campo es un lienzo de verdades que nos remiten a la humanidad del Mundo. La realidad es lo que contemplamos al caminar por el campo: los árboles, las piedras, alguien que se cruza con nosotros. La lectura del periódico nos muestra todo lo que hemos ideado para huir de lo inmediato: las transacciones económicas, las ideologías. Los descubrimientos científicos nos dan una interpretación del funcionamiento de la vida, y a partir de ahí vamos tejiendo una interminable retahíla de avances tecnológicos. Avanzamos y retrocedemos. Al avanzar necesitamos protegernos de los peligros de lo que vamos creando. No, no hay que tener miedo a lo desconocido. Pero es necesario ser conscientes de las dos caras de lo humano: el poder sobre la Tierra no ha de ir asociado a la soberbia. Por eso es tan necesario dejarnos llevar algún día de la semana por el hallazgo de lo que está a nuestro alcance sin necesidad de comprarlo. Saber no ha de ser equivalente a poseer, sino a gozar de lo existente para ir un poco más allá de uno mismo.

martes, 1 de septiembre de 2015

Noticias entre la lluvia

Leo los titulares de la prensa y me dejo llevar por el sonido de la lluvia. Las hojas de los árboles me devuelven el eco de las gotas, y me alegro por ellos, por los árboles, porque el verano está siendo muy duro. El único que resiste sin menoscabo de su verdor es la jacaranda, que en vez de vivir en verano parece saborear la primavera. Alemania demuestra ser la más solidaria de las naciones europeas. Va a acoger a muchos más refugiados que nosotros. 800.000. Nuestros puntos de vista, a veces tan sesgados, sobre los alemanes ha de ser sometido a una constante revisión. La insolidaridad verbal entre las regiones españolas se manifiesta en nuestra postura a la defensiva respecto de la crisis de los refugiados. Cae la lluvia, mansamente, no hay ráfagas de viento, la suavidad de esta lluvia es un bálsamo, pero las noticias son frías, casi notariales. Angela Merkel dice que Schengen peligra si no se establecen cuotas de refugiados para los distintos países de la UE. Sigue cayendo la lluvia como si me ayudara a pasar las páginas del periódico, o como si este sonido leve del amanecer me estuviera empujando hacia la imposible comprensión del mundo. Enfrentamientos en Kiev, a causa de la descentralización en el Este. Londres reafirma su compromiso con las armas nucleares. Menos mal que la lluvia ha cesado, porque empezaba a notar su acidez.