jueves, 28 de agosto de 2014

Zapatera

Es frecuente que los zapatos ahora se guarden en una zapatera, pero ni mis abuelos ni mis padres la necesitaban, porque los pares de zapatos que tenían eran los imprescindibles. Los zapatos de vestir eran sólo para las grandes ocasiones, que solían ser pocas, mientras que los zapatos de cada día eran remendados una y otra vez para que su uso se prolongara años y años. Ahora, en cambio, los zapatos se compran no tan sólo para usarlos sino para gozarlos. Cambia la moda, y el placer de comprarse unos zapatos nuevos ha pasado a formar parte de las costumbres de mucha gente. Ayer me llamó A. para decirme que fuera a casa de su amiga R. a ayudarle a descargar del coche dos zapateras que R. acababa de comprar en unos grandes almacenes. Al descargarlas del coche, me sorprendió el peso desproporcionado de las zapateras. Cada una de ellas era un bulto tan grande como una puerta, y por el esfuerzo que había que hacer para llevarlas a la casa me pareció que en las cajas había un objeto metálico. ¿Por qué ha de pesar tanto una zapatera? Uno se deja llevar por la desproporcionada relación que establecemos entre el mundo y nuestras necesidades, lo cual nos obliga a comprar muchas cosas que no sé si sirven para algo. Seguramente sí: una zapatera sirve para colocar zapatos, pero es indudable que una vez que tenemos la zapatera en casa habrá que comprar más zapatos para llenarla, o de lo contrario no habrá servido de nada la compra que acabamos de hacer. Claro está que quizás con los zapatos que tenemos ya llenamos una zapatera, y por esto hemos comprado dos. Así, si la segunda aún queda incompleta, nos va a estimular a llenarla cuanto antes. Y así sucesivamente, ininterrumpidamente.