jueves, 28 de agosto de 2014

La música nos empuja a la vida

Estoy comiendo en la cocina, mientras en Radio Clásica emiten el Libérame del Réquiem de Verdi. Saboreo los pimientos del piquillo y la lechuga, y la música de Verdi se expande por mi casa como si hubiera llegado de un lugar desconocido, porque aunque Verdi me resulta familiar esta pieza parece que se nutre de la belleza de las contradicciones de la vida: lo fúnebre y lo gozoso se alternan al igual que en la experiencia de cada cual. La música nos empuja a sentirnos lejos de los límites que en principio invoca. Un Réquiem no tiene que ser tenebroso a la fuerza, nos dice Verdi, o por lo menos yo siento que me lo dice, porque lo que nos lleva a descubrir la vida de los otros adquiere toda su profundidad en el momento de una despedida. Así es el alma humana, una dimensión de lo desconocido que se va descubriendo  mientras lo que se nos ofrece nos muestra una cara apenas esbozada. Sigo comiendo la lechuga y los pimientos del piquillo, la música serpentea por el espacio de mi cocina, y yo intento saborearlo todo a la vez, razonablemente.