miércoles, 13 de agosto de 2014

Viaje al aeropuerto

Salimos de casa a las cinco de la madrugada. El trayecto al aeropuerto es tan conocido que a veces tengo la sensación de que puedo recordar cada uno de los detalles que lo jalonan. La mañana es el momento en que se concentra cualquier esperanza, o cualquier miedo, pero al avanzar por la autovía la conexión con la realidad es de una inmediatez tan transparente que no hay rendijas para la imaginación. Sólo existe lo que tengo delante de mí: algún molino de viento, la depuradora, las chimeneas de la central eléctrica, las adelfas, los coches, la oscuridad del cielo. En la sensación de permanencia de las cosas conocidas hay un consuelo que me empuja a la serenidad, como si la naturaleza de la mirada fuese una función de la experiencia. Pero cuando nos abrazamos, enfrente del aeropuerto, percibo una agitación interior que sigue siendo incontrolable, a pesar de los años de mi experiencia en despedidas. Despedir es siempre una emoción única. Lo que parecía una experiencia se convierte de súbito en una revelación.
Ma 14/8/2014