jueves, 21 de agosto de 2014

Un lugar adecuado para conversar

Hay lugares que invitan a la conversación porque ofrecen las condiciones ideales para que las palabras fluyan con facilidad. Ayer, hablando con Alicia en la librería Babel, rodeados de libros y envueltos en una luz muy suave que entraba desde la calle, conversábamos plácidamente, sin obstáculos, y mi única preocupación era el reloj, que parecía ir demasiado deprisa. Había otras personas, de pie, acodadas a la barra, pero su conversación no perturbaba la nuestra, de manera que el volumen de nuestra voz era el justo para que pudiéramos entendernos, mientras que el murmullo de los que hablaban cerca de nosotros era parecido al de las hojas de los chopos cuando caminamos a la vera de un río. Hace un año, más o menos, mientras estaba sentado a la misma mesita, un señor acodado en la barra, sentado en un taburete, me dijo que a él le encantaba tomar café sabiendo que a su espalda había estanterías llenas de libros que lo acompañaban como si estuviera asistiendo a una conversación interminable en la que ejercía de oyente con extraordinario placer. Nunca leeré todos estos libros, me dijo, quizás tan sólo unos pocos, un pequeño porcentaje de ellos, pero su presencia me ayuda a sentirme humano, a saber que existe algo que es capaz de ofrecerme consuelo, y valor. Recordé vagamente su cara, por haber visto fotografías suyas en la prensa. Era un poeta cuya poesía transmite las mismas sensaciones que su presencia física. Nada hacía presagiar que ahora haya tenido que utilizar el pasado, Era, pero la vida tiene un comienzo y un final, aunque siga en los recuerdos, afortunadamente.