domingo, 2 de agosto de 2015

Un nuevo artículo de Oliver Sacks

Un artículo, uno solo, puede justificar el periódico. Ayer, El País publicó uno de Oliver Sacks, con una fotografía del autor. Leerlo, un domingo por la mañana, puede servir para reconciliarse con el gozo de la lectura, si este verano uno lo hubiera dejado a un lado por el calor agobiante que padecemos, y al que ya nos hemos acostumbrado. Oliver Sacks sobrevuela por encima de su enfermedad y comunica el sentimiento de que el mundo está hecho para que se pueda gozar de él sin más ambición que el conocimiento. Empieza contando que en una reciente edición de Nature le ha entusiasmado un artículo del físico Frank Wilczek sobre una nueva manera de calcular las masas ligeramente diferentes del neutrón y del protón. Sin esa diferencia el Universo tal y como lo conocemos no hubiera llegado a existir. El afán de saber algo nuevo cada día, el empuje de la mente hacia lo que aún se ha de explorar, son motivos suficientes para seguir viviendo. La aceptación de lo inmediato como un dato intocable, sin los matices que estimulan el afán de saber, es lo que produce aburrimiento, y desidia. Y está claro que Oliver Sacks nunca se ha aburrido. La variedad de lo que le ofrece el mundo es para él un motivo de sorpresa permanente, como la última vez que vio el cielo, hace poco. 'Para mí, la percepción de la belleza del cielo, de la eternidad, estaba asociada indisolublemente a una sensación de fugacidad y muerte'. El artículo se titula 'Mi tabla periódica', y podría ser leído en las escuelas, ahora que se habla tanto de la enseñanza, aunque tan poco de la calidad de la enseñanza. El trabajo de un buen profesor consiste mucho más en estimular que en exponer una ristra de fórmulas que hay que aprenderse de memoria. No estaría de más ver en la tabla periódica un legado de tesoros inagotables que la humanidad ha ido descubriendo poco a poco. ¿Cómo transmitir el afán de saber a los niños? La vida de Oliver Sacks es un buen ejemplo de alguien que le da un sentido al mundo por medio del conocimiento. Su libro Mi tío Tungsteno podría ser un buen libro para leer durante un curso de química en segundo de bachillerato. Cuánto se puede extraer de la experiencia del niño Oliver Sacks en su afán de experimentar con los elementos de la tabla periódica. La identificación de cada cumpleaños con un elemento es uno de los divertidos recursos de Oliver Sacks para darle sentido al paso del tiempo. El último párrafo dice así: Es casi seguro que no seré testigo de mi cumpleaños de polonio (el número 84), ni tampoco querría tener polonio cerca de mí, con su radiactividad intensa y asesina. Pero en el otro extremo de mi mesa -de mi tabla periódica- tengo un bonito trozo de berilio (elemento 4) para que me recuerde a mi infancia, y lo mucho que hace que empezó mi vida, hoy próxima a acabar.