lunes, 10 de agosto de 2015

Stara Zagora

Donka se ha ido de vacaciones a su ciudad. Me ha escrito el nombre en un papel: Stara Zagora, y al llegar a casa me entero de que en Bulgaria es conocida como la ciudad de los tilos, de las calles rectas y de los poetas. Busco fotografías, y la primera que he encontrado es una vista de la ciudad desde el Monumento Samarsko Zname, que es una gran bandera de hormigón que conmemora la batalla de Stara Zagora, en1877, durante la guerra entre Rusia y Turquía. Además de la gran bandera, hay las estatuas de seis combatientes búlgaros y uno ruso. En una fotografía aérea se comprueba que en efecto las calles son largas y rectas, y que hay muchas zonas verdes. Y en otra veo el Foro Antiguo de Augusta Trajana, uno de los nombres que tuvo la ciudad, cuya historia tiene más de 8000 años. Puedo ir viajando a través de cada una de las fotografías, imaginar los colores de las calles, las flores que habrá en las floristerías, el paisaje de la región de Tracia, una encrucijada de intereses políticos que ha dado lugar a lo largo de mucho tiempo a enfrentamientos y reivindicaciones. Y qué región de Europa no ha padecido guerras y conflictos. Somos el continente de la lucha casi continua entre unos y otros, y de ahí la aventura de la Unión Europea, que es quizás una de las apuestas más generosas y difíciles del último siglo. Y al final todo nos une: desde que Donka se ha ido de vacaciones, el Bar de los Ingleses está cerrado, y nosotros nos hemos quedado sin cerveza, sin café con hielo, sin el fish and chips de los fines de semana. Ella estará paseando por su ciudad, cuyo nombre parece que resuena en la memoria, Stara Zagora, con esa especial resonancia que tienen las palabras con muchas aes, en este caso subordinadas a la o resplandeciente que actúa de contrapunto. Cuánta riqueza nos regalan los demás: nombres de ciudades, maneras de atender a un parroquiano, la serenidad de una manera de ser que se convierte en referencia. Donka atiende en varios idiomas sin dificultad alguna, y para ella cada uno de nosotros es diferente y único. Ser parroquiano del Bar de los Ingleses tiene esta ventaja incontestable.

dedicado a Donka