lunes, 1 de septiembre de 2014

Calles de antes y de ahora

Paseo con I. por el centro de la ciudad. La calle Sindicat era un lugar de encuentro de la gente que venía de los pueblos, y ahora es otra cosa, ya que la uniformidad de las costumbres no permite distinguir entre la gente de los pueblos y la de la ciudad. Aquel olor de panadería, de especias, de flores en las ventanas, ya no existe. No es nostalgia: es la constatación de un hecho, aunque es posible, sí, que haya nostalgia en mi recuerdo. Yo era demasiado pequeño, y ahora soy demasiado mayor, como si en el pasado hubiera vivido de otra manera, o como si aquellos tiempos fueran tiempos tan alejados del presente que se parecen a un fósil sobre el que hay que investigar concienzudamente para poder entresacar algo. Cuánta inseguridad nos agrede, aprovechándose de nuestra indefensión. La vida de una persona no puede ser contada, porque ni uno mismo la conoce. Cualquier aproximación es un fiasco seguro. Y con más razón aún le ocurre a una aglomeración urbana. Las calles de la ciudad en la que vivo se desparraman en el tiempo como si el tiempo fuese un acantilado, y en su lugar aparecen otras calles desconocidas. Mi razón me dice al oído que son las mismas calles, pero no es cierto. Cómo va a ser esta calle la misma que cuando yo paseaba por ella con mi abuelo.  Pero de la superposición de historias en el tiempo ha de surgir el corazón herido, y el acervo sentimental de cada uno de nosotros. Y esto es lo que somos, limpiamente.

Motivo: la calle Sindicat, Palma de Mallorca, 1/9/2014