jueves, 4 de septiembre de 2014

El reconocimiento de lo esencial

Al entrar en un mercado de frutas y verduras tengo la sensación de que la mirada se enriquece de golpe, como un milagro. Unas acelgas humildes, unos tomates verdaderos, unos pimientos verdes, unos melocotones vitales, una prometedora coliflor: todo lo que aparece delante de nosotros es un estímulo para gozar de la vida. Tengo mi parada preferida, cómo no, la de Miquel, pero no desdeño las otras, porque en cada una hay algo que me atrae. Hoy he comprado los tomates y las acelgas en una parada y las berenjenas en otra, y he dejado la fruta para otro día, quizás mañana, porque aún me queda uva en el frutero. Me gusta merodear por el mercado como si fuera una de mis actividades más preciadas, porque conecto con lo más básico de la actividad humana, aquello que me transmite el calor de la materia de la que nuestro cuerpo se nutre para convertirse en entendimiento y conciencia. Cómo no disfrutar de la vida, si lo esencial es tan accesible, si está ahí, a la vuelta de la esquina, esperándonos. Qué extraños mecanismos nos alteran con frecuencia nuestra existencia, teniendo tan cerca lugares asombrosos para vivir con alegría, como un mercado en el centro de la ciudad, que es capaz de ofrecernos a un precio asequible los mayores tesoros de la tierra. ¿El oro metafórico o real, algún deseo estrafalario, lo que casi siempre nos deja insatisfechos? No, nada de eso: simplemente frutas y verduras, la materia sin vanidad de un manojo de acelgas y una patatas, que ya cocino mentalmente una hora antes de regresar a casa: hervidas a fuego suave y luego salteadas en aceite de oliva virgen y unos ajitos. Al salir, en la plaza, como si todo quisiera contribuir a este momento de alegría, hay niños que juegan, y hombres y mujeres que conversan plácidamente, sentados a la sombra de los olivos. El verano se ha remansado, y hay en el aire un recuerdo de tomillo y de romero, como un resumen del mercado que nos evoca la naturaleza, el centro de la humanidad, perennemente.

Motivo: Mercat de l'Olivar, Palma