domingo, 15 de noviembre de 2015

La angustia de la espera

El viernes por la noche le llamaron a París. No contestó. Seguramente no ha llegado aún a casa, pensaron sus padres. A los 28 años, un viernes por la noche, lo más normal es que haya salido a cenar con los amigos; qué joven no aprovecha la noche que anuncia el fin de semana. Su madre le envió un mensaje. Pero tampoco contestó al mensaje. Ella le suele enviar mensajes con relativa frecuencia, y aunque él no los conteste enseguida la respuesta llega, al cabo de una hora o dos. Es que eres una pesada, mamá, le ha dicho infinidad de ocasiones. No nos preocupemos, no está en su casa y con el ruido que suele haber no habrá oído el sonido del whatsapp, se decían el uno al otro, más el padre a la madre, que la madre a él, más callado y reconcentrado, más encerrado en su creciente confusión y temor, ya congoja. La noche fue muy larga, y la contestación a los mensajes no llegó, ni levantó el auricular del teléfono de la casa, y el teléfono móvil parecía sonar en el vacío, como si estuviera abandonado en algún lugar inaccesible. Esperemos a mañana, le dijo él, ya verás que todo tendrá una explicación. Y ahora quien se callaba era ella, después de encender y apagar el televisor una y otra vez. Qué más había que oír. Las noticias eran confusas, pero las calles del atentado eran del centro de París, y por allí andaba su hijo. Qué tenían que hacer, cuál tendría que ser el primer paso para abrirse camino en esta angustia que los atosigaba. A las diez de la mañana ella se puso a llamar con insistencia: una llamada al móvil cada medio minuto, infatigablemente. No perdía la esperanza ni un solo momento, pero él, el padre, no hablaba ni se movía, de pie, mirando desde la ventana hacia el exterior, mientras ella, su mujer, insistía e insistía. Y así se sucedieron la una a la otra más de cien llamadas sin respuesta. Finalmente se oyó la voz del hijo, con la resaca del sueño aún, y con la ignorancia absoluta acerca de lo que había ocurrido en París. 

PD.- Recuerdo ahora mismo la película London River, de Rachid Bouchareb.