martes, 7 de octubre de 2014

Saber esperar

Tengo la sensación de que las personas tienen cada vez más dificultad en saber esperar. Subo al autobús, y observo que la mayoría de jóvenes miran continuamente su teléfono móvil. Lo mismo ocurre en los bares, al tomar café, o en los aeropuertos, o en cualquier sitio. Y me viene a la memoria una fotografía. Una mujer vieja está sentada en la Estación de Atocha de Madrid, en 1957. A sus pies tiene una cesta de mimbre, y sus ojos miran con firmeza. No está adormilada, sino que vive su espera con atención, como si fuera consciente de la importancia de este período de tiempo en que el tren es una esperanza o una aflicción. Quizás regresa a su pueblo; quizás se ha ido de él para siempre. Está sentada en la vieja estación de ferrocarril con todo su cuerpo viviendo el acto de la espera. Hay en ella una concentración de sentimientos que roza la serenidad, y el valor. No es fácil viajar solos en la vejez, y sin embargo ella lo hace, sin autocompasión, con un valor que le viene de lejos, y que ahora transmite a través de su cuerpo. Esta fotografía es más que un recuerdo de otros tiempos. Es una manera de estar en el mundo, que contrasta con la inquietud creciente que observo en los que me rodean, y seguramente en mí mismo, Saber esperar es ahora más difícil.



'Vieja en la Estación de Atocha', 1957,  fotografía de Gabriel Cualladó (1925-2003)