viernes, 24 de octubre de 2014

Martín Chirino

Miro con fervor un documental sobre el escultor Martín Chirino, que al hablar parece que nos transmite su manera de mirar el mundo y las múltiples variaciones que se pueden dar al interpretarlo. Sus esculturas arrancan de su experiencia en el astillero en el que trabajaba su padre. Las grandes formas, la utilidad de los instrumentos de trabajo, la precisión de las piezas labradas, e incluso la música tan especial que él oía: de ahí viene la hélice, el origen de su trabajo a lo largo de tantos años dedicados a ese arte de vigor y de ternura, porque el hierro tiene esta suma de aparentes contrarios que se refuerzan y se complementan. La hélice, dice Martín Chirino, es el origen, un origen que se dirige al infinito. Me ha parecido una bella definición de la vida, o así la he interpretado: un origen que se proyecta hacia un infinito desconocido. Saber se queda en un intento, pero nunca es en vano, y algunos seres humanos se afanan con tesón para acariciarlo. No me importa, dice Martín Chirino, que mis esculturas sean considerados objetos; al fin y al cabo vienen a ser símbolos de lo útil. Y ahora se quedan en mi memoria algunas imágenes no efímeras, como el Museo al aire libre de La Castellana de Madrid, en el que hay una pieza coloreada del escultor. Se titula Mediterránea, la interpretación del mar Mediterráneo realizada por un artista del Océano. Al llegar a casa, esta noche, en lugar de sintonizar un canal de noticias me he quedado con un documental sobre el gran escultor. Cuánto he ganado, sin proponérmelo.