martes, 30 de diciembre de 2014

Ca'n Joan de S'Aigo

Ciutat es una ciudad vieja con el encanto de la lucha entre lo viejo y lo nuevo. Lo que sé de mí se esparce entre mis vísceras: a veces veo con el corazón; otras, con el hígado; y, por encima de todas, con el cerebro, ese desconocido que nos gobierna, aunque lo tenga tan difícil. Cada comercio que cierra es un lugar que se derrama dentro de los ciudadanos. ¿Que la memoria no lucha lo suficiente, y los recuerdos se desvanecen como lápidas borrándose lentamente? Quizás en todo lo que se deshace hay un vínculo abstracto que hace falta descubrir. Quizás. De ahí la necesidad de conservar con rigor lo que nos queda. En Ca'n Joan de S'Aigo se centra la tradición conservadora, no como símbolo de lo que no cambia sino justamente al revés: su permanencia es un esqueje de vida futura, porque en la vieja cafetería hay una apuesta por la ausencia de academicismo: los honrados camareros no son de escuela sino de experiencia. ¿Quién no se enternece con Emilio, cuya estela sobrevuela las mesas para que todos sepamos que el tiempo se ha detenido de golpe? O con su compañero, que no se cansa de decir que La Tierra, funciona aún, que no es poco. Todos los relojes del local se han parado, y mi reloj de muñeca tan sólo reanuda su ciclo cuando salgo a la calle y camino de nuevo hacia el Resto de Ciutat.

(Diario de Algún Otro, 2)