sábado, 4 de abril de 2015

Charles Simic

Debajo de algunos poemas de Charles Simic mi hija traza dibujos que sirven para ilustrar el pensamiento que le suscita la lectura. Un ratón en la página 29, más adelante un lagarto sin cola,  y la cola entre los dedos de una mano. Qué poema éste del lagarto: en él se dice que los primeros hombres eran lagartijas, y que para comprobarlo basta con agarrar a una por la cola y ver cómo se desprende. El dibujo de mi hija y el poema se complementan con delicadeza, y me dejo llevar por las palabras y por el dibujo simultáneamente. Hay uno que me deja a un lado del mundo y que empieza así 'El muerto desciende del cadalso. Lleva su cabeza ensangrentada bajo el brazo'. El dibujo expresa lo que dicen las palabras como si sólo hubiese una interpretación, pero muy pronto atisbo otras, el dibujo y el texto hurgando en mi entendimiento para que éste encuentre soluciones contrapuestas al rompecabezas: el cadalso puede ser un símbolo y a la vez un cadalso verdadero. Quién puede saber algo, si saber es tan sólo constatar todo lo que se desconoce un poquito más allá de lo que está a nuestro lado. En la página 99 hay una jaula pequeña, y unas pàginas más allá un modesto cuadrado sin nada en su interior, lleno tan sólo de la placidez del papel, su blancura viva, como si el perímetro de la figura me permitiera vislumbrar el poema de arriba, en el que se recoge el fulgor de la luna.

Motivo: 'El mundo no se acaba', Charles Simic, edición bilingüe de Jordi Doce