sábado, 6 de junio de 2015

Messi

Cuando Messi avanza, el balón parece que se mueve impulsado por un objetivo que sólo él conoce. El balón vuela hacia la otra banda a la búsqueda de un compañero, o traza una diagonal dentro del área, o no sale de sus pies, y avanza hacia la portería. El gozo de ver jugar a Messi procede de esa intención que quizás es intuitiva. Y sin embargo no basta: hace falta que otros comprendan para que alguna vez se produzca el gol, como si el fútbol fuera la consecuencia de la conjunción de unos cuantos ingredientes básicos: jugadores con su intención complementaria. Ahora que va a faltar Xavi, Messi empieza a jugar como él. Puede hacerlo. Y hay Iniesta para rato.