jueves, 11 de junio de 2015

La infancia en la palma de la mano

Y entonces aparece un hombre que se sienta a nuestro lado y extiende el brazo con la mano abierta y llena la mano de migas de pan que saca de una bolsa de plástico. Los gorriones se acercan y picotean con avidez no exenta de gracia y muy pronto obligan a una segunda remesa de migas de pan. Luego llega un amigo del hombre, y ya son dos que dan de comer a los gorriones. Quizás hay algo que hace que la vida sea llevadera cuando se llega a la vejez: los dos hombres son dos viejos, pero la palabra viejo quizás los desmerece, porque su vejez es sólo una parte de su personalidad, acaso la más evidente, la que salta a la vista, porque las otras, las que están por debajo, se mantienen aún como si el niño que los habitó haya resurgido de nuevo y ahora los lance hacia adelante. Llegar al Parque del Retiro es una aventura. Deben de vivir en un barrio alejado del parque, y ésta es su excursión favorita, la que se convierte en un viaje de los que no salen en los anuncios publicitarios: 
Viaje al Parque del Retiro para dar de comer a los gorriones.
Éste podría ser el reclamo de una necesidad: lo que no habrán hecho de jóvenes, o en su madurez, ahora es una experiencia vital. Como si se hubieran atrevido, por fin, a darle un sentido a este -para nosotros- pequeño viaje a la infancia.

Diario de Algún Otro, 9