martes, 29 de septiembre de 2015
Imágenes de Jaurrieta
Jaurrieta, en el Pirineo de Navarra, es una puerta a los hayedos de Irati. Durante una semana he caminado entre los árboles, respirando el aire frío de las mañanas, y gozando de los paisajes abiertos de la alta montaña, que a veces nos sugieren la vitalidad de la naturaleza que parece que está sola, y que al recibirnos nos acoge con una especial intimidad. Ya de regreso, mientras tomo café en el Bar de los Franceses, el mar abierto
se convierte de repente en algo nuevo, al recordar los hayedos de Irati, el esplendor de una tierra
densa, llena de árboles, de ríos, de pantanos, y de montañas. Y también
de buena comida, y de generosidad. En el hostal nos han atendido como si
fuésemos de la familia, o como si nos conocieran de toda la vida. Unas
judías verdes coronadas por un puré de patatas pueden ser un plato
insuperable. Una copa de vino tinto al atardecer, y una conversación
liviana con los amigos, no sólo animan el cuerpo sino también la
imaginación. Y después, el regreso es la condensación de lo experimentado: el mar
que tengo justo enfrente me empuja a revivir unas imágenes recientes que han echado raíces dentro de mí:
los buitres, las montañas, las vacas, las ovejas y los caballos
pastando, el aire frío de las mañanas que me ha dejado un sabor de
comienzo. Quizás lo que perdura en la memoria es tan sólo un esbozo de
lo que hemos visto. Pero es suficiente, porque es una revelación de lo
que merece ser recordado.