lunes, 5 de enero de 2015

Y ahora qué hacemos

Voy al supermercado a comprar lo que me falta para la comida de hoy, la lista en la cabeza, y la esperanza de que nada se me olvide. El acordeonista se dirige a su rincón favorito, con el cajoncito para el dinero en una mano, el acordeón a la espalda. Es año nuevo y los acontecimientos parecen una repetición de lo sabido, o experimentado, o quizás soñado. (No es que los sueños se cumplan; mas bien se repiten, vociferan si les dejamos, y nos dejan levemente aturdidos: acaba de empezar 2015, no dejes nada por acabado si no lo está). Qué vamos a hacer ahora, después de las vagas promesas de cambio que se imponen -un poco alegremente- los ciudadanos, las regiones, los países.  El futuro implica avanzar a expensas de mucho desconocimiento, siempre jóvenes en esta marea que nos empuja y nos eleva para que notemos con claridad las olas que nos señalan el tiempo. Que nos señalan el tiempo, ininterrumpidamente.


Motivo: El acordeonista del aparcamiento del supermercado